miércoles, 30 de septiembre de 2009
Nada por la patria. (55)
Ayer era yo la mar de feliz con la metáfora de mi viejo compañero de cinefilias Manuel Hidalgo ("Como una casa", El Mundo 16-10-98: 2): España es una realidad como una casa, con varias familias que habitan en ella pisos diversos pero transitan por los ámbitos comunes, utilizan los servicios colectivos y, faltaría más, contribuyen a cubrir los gastos generales del edificio.
Pero la alegría dura poco en la casa del pobre. Di con la baldosita de Gabriel Jaraba ("Un derecho colectivo, por ejemplo", El Periódico 16-10-98:9), viejo compañero de antifranquismo en el Diario de Barcelona de cuando el franquismo. Decía Jaraba: "Ciertos intelectuales de izquierdas (se refiere sin nombrarlos a los firmantes del segundo manifiesto del Foro Babel) están empeñados en demostrar científicamente que los titulares de los derechos humanos solo pueden ser individuos y no colectivos. "Cita como derecho colectivo la resistencia al invasor y añade que en la Francia ocupada por los nazis tales intelectuales "deberían haber sido acusados de colaboracionismo por la resistencia".
Parece imposible superar el desatino de tamaño parangón, pero en el siguiente párrafo el directivo de TV3 (ignoro si sigue siéndolo pero haberlo sido imprime carácter) utiliza la expresión "ilustrados cosmopolitas" de modo sin duda peyorativo y afirma que éstos "se comportan en la práctica como criptonacionalistas españoles", que son una "nueva izquierda radical-chic" (expresión acuñada por el estupendo y muy carca Tom Wolfe) "neoespañolistas", que "ejerce un efecto devastador sobre el catalanismo de izquierdas".
El nacionalismo se cura leyendo. Si esos periodistas que por prebendas o por fe llevan veinte años dando apoyo logístico en papeles y pantallas a la dictadura blanca que nos gobierna por voluntad popular, si esos cómplices objetivos del nacionalpujolismo que va de Duran Lleida a Ribó y Lucchetti supieran leer, entenderían, gracias a majaderos delirantes como Frantz Fanon y a sabios sensatos como Eric Hobsbawm o Joan-Lluís Marfany ("El catalanisme és tot ell, sense excepció, d´un conservadurisme de pedra picada"), que hablar de "catalanismo de izquierdas" es un contrasentido en sus propios términos, y no lo pongo en latín para que no me llamen cosmopolita ilustrado.
Más grave, sin embargo, lo dije hace ya algún tiempo, es que se haya llegado a una situación en la cual "catalanista" o "nacionalista catalán" son elogios cuando no santificaciones laicas, mientras "criptonacionalista español" o "neoespañolista" constituyen insultos peligrosos.
Habría que recordar de nuevo a lo "jarabas" cosas tan elementales como que el nazismo se basaba en los derechos "colectivos" del pueblo alemán, que el colaboracionismo se lo sacaron de la manga los muy nacionalistas franceses de Pétain y Laval, que el más ilustre "teórico de izquierdas" que ha tenido la autodeterminación de los pueblos fue el funesto ex seminarista José Stalin, asesino de libertades y de 20 milllones de personas, que en estos momentos la mayor parte de los muchos litros de sangre que empapan el mundo se vierten en nombre de las identidades colectivas...
Pero será mejor aconsejarles otra vez que lean. Que lean por ejemplo "El asedio a la modernidad", del argentino Juan José Sebreli. Mientras ellos se ilustran, yo me permitiré reanudar mi placentero diálogo con la metáfora de Hidalgo: "No vemos razón -dice- para que ningún vecino quiera construir otra escalera, directa a su vivienda, o pintar de verde el trozo de su fachada. "No, Manolo, no, estos constructores periodísticos no quieren pintar trozos de fachada ni hacerse una escalera nueva: lo que pretenden es ir haciendo subrepticiamente un piso llamado Catalunya, hasta que los demás vecinos acepten con resignación o alivio el hecho consumado de que aquello es ya otra casa y que más vale aceptarlo que matarse por impedirlo. ¿Y lo quiere aí la mayoría de los habitantes del piso catalán? No. Por eso, en realidad, preguntárselo en un referéndum no le interesa al nacionalpujolismo. Con ese espantajo solo pretende inquietar a los vecinos.
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