lunes, 7 de septiembre de 2009

Nada por la patria. (15)


No se olvide que en aquel momento, con la excepción parcial y vacilante del PP, la fórmula nacionalismo catalán engloba todo el arco parlamentario de Cataluña. Convergència se define como nacionalista y Unió o Esquerra Republicana de Catalunya por supuesto tanto o más, pero es que el PSUC (subsumido ya en una denominación tan desprovista de significado como Iniciativa per Catalunya) e incluso el PSC (PSC-PSOE) -esta es su risible ristra de siglas- también se declaran nacionalistas. Sin vacilaciones. Con convencimiento, y que Ángel González sepa perdonar un uso tan vil de su bella palabra. El nacionalismo no se cuestiona. Es un asunto de fe, como que Dios es Cristo o que su madre era virgen. En las cúpulas de los partidos, recuérdese: por algo sus dirigentes, en la derecha como en la izquierda, provienen casi todos de buenas familias nacionalcatólicas de siempre (del nacionalcatolicismo catalán, of course, que en todas partes cuecen habas). Otra cosa son las bases, sobre todo las del PSC, donde se va incubando una rabia áspera e impotente: ellos, los castellanos pobres, son más, pero los que mandan en el partido son los catalanes ricos, y los catalanes ricos dicen que el nacionalismo es sagrado y punto.
No se olvide tampoco que en 1992, desaparecido el casi testimonial Diari de Barcelona, cuando se dice medios se está diciendo prácticamente todos los medios: todas las cadenas de televisión públicas y privadas -la TV3 del pujolismo, sí, pero también la TVE Cataluña del felipismo-; todos los diarios desde AVUI hasta La Vanguardia pasando por El País, El Periódico y la prensa comarcal en bloque; todas las emisoras de radio, incluida y acaso sobre todo la Ràdio 4 controlada por el gobierno socialista. Una excepción: la COPE de los obispos, y quien sepa atar esta mosca por el rabo que se trague la hostia consagrada sin hincarle el diente.

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