lunes, 30 de noviembre de 2009

Catalunya o la caja de Pandora


Antonio Elorza en El País.

La capacidad del actual gobierno para meterse en camisas de once varas es prácticamente infinita. El último hallazgo ha sido la propuesta de un mea culpa parlamentario por la expulsión de los moriscos en 1609, lo cual, si la cosa se toma en serio, debiera arrastrarnos a una revisión general de la historia de España y de sus antecedentes hasta tiempos de los visigodos, con el fin de no perder demasiado tiempo y publicar la lista de perdones solicitados de una sola vez. No en vano somos el país donde se hurgó siglos atrás en los archivos para probar y contraprobar las situaciones de limpieza de sangre. Aun cuando sólo partamos del siglo XV, por la misma regla de tres que a los moriscos, nos toca pedir perdón a los judíos por su expulsión de 1492 y persecuciones anteriores, a los conversos de judíos secularmente discriminados, a los descendientes de los guanches en Canarias (si hay alguno localizable), a los indios de toda América por el trato dado en la conquista, a los gitanos, a Francia por los vencidos de Bailén abandonados en la isla Cabrera, a Cuba por la reconcentración de Weyler, a Filipinas por el fusilamiento de Rizal. La memoria histórica se convierte así en masoquismo histórico (por mucho que yo comparta la crítica de la citada expulsión de 1609 y de los demás episodios mencionados).



Alzar la bandera de Cataluña contra España no es sólo anticonstitucional, sino antidemocrático

Más allá de los resultados de lo que ya es una crisis anunciada del orden constitucional, el tema del Estatuto de Cataluña responde a esa misma forma de hacer política del presidente Zapatero, lanzándose a tumba abierta en busca de resultados a corto plazo, sin preguntarse por la racionalidad y los costes futuros de cada operación. Nos encontramos ante un embrollo, un maldito embrollo, donde por encima de los inciertos resultados (o desastres) a que se llegue, resulta imprescindible tirar del hilo de madeja y señalar a los causantes de que un problema perfectamente resoluble dentro de nuestro marco legal se haya transformado en un perverso juego político donde todas las combinaciones posibles arrojan una suma negativa. En cualquier caso todos pierden, salvo las opciones extremas.

El voto es el eldorado de Zapatero. Para obtenerlo en Barcelona hizo la insensata promesa de que lo que se atara en Cataluña quedaría atado en Madrid, y más tarde logró a trancas y barrancas gracias a CiU el respaldo a un Estatuto que tampoco satisfacía demasiado en el Principado y cuya constitucionalidad era ampliamente cuestionada, y no sólo por la horda españolista. A quienes ahora opinan que es preciso dar el visto bueno al Estatut por conveniencia política, por ánimo de conciliación, conviene advertirles que el ajuste de las piezas resulta capital para el buen funcionamiento del Estado de las Autonomías, y que los desajustes se pagan con malestar, o "desencuentro" como ahora se dice en plan fino, siendo el único baremo para apreciarlos el Tribunal Constitucional, sobre la base de la prioridad inexcusable del texto de 1978. En ese año hubo una Constitución, no "un pacto" entre iguales, debiendo ser recordado que la bilateralidad es lo propio de las Confederaciones y que en los dos últimos siglos todas han estallado. Antes del parto y después del parto, Zapatero careció además de una sola idea. Sólo maniobras, como la actual duplicidad, lanzando a Chacón contra el PP, mientras él sólo muestra "interés" ante el manifiesto de los diarios.

En tanto que defensor de la fórmula "nación de naciones", que recoge sobre una base empírica y no ideológica el engarce de los procesos de construcción nacional catalán y vasco en torno al eje nacional español -identidades duales y elecciones cantan-, no creo que lo esencial sea la fórmula adoptada en el Preámbulo del Estatut. Puede hablarse así de "nación vasca" y de "nación catalana", sin por ello negar a la nación española. Lo grave es la ulterior puesta en cuestión del ordenamiento constitucional, cuando además, en contra de lo que opina Pérez Royo, la preeminencia de la Constitución hace imprescindible comprobar la constitucionalidad de los Estatutos, si se aprecian contradicciones, a no ser que fragmentemos la soberanía. La democracia es un procedimiento, no unos resultados políticos. Alzar la bandera de Cataluña contra España aquí y ahora no es sólo anticonstitucional, sino antidemocrático. Pero ahí estamos: bilateralidad igual a dos soberanías enfrentadas. Fractura.

Además, cuentan la tardanza en producir la sentencia y las filtraciones. Parece absurdo que haya magistrados en el TC que no tengan, además de la propia, especialización probada en Derecho Constitucional, pero todo queda en segundo plano ante el coste de esta injustificable espera. ¿Quién la provocó? ¿quién hace unas filtraciones orientadas a obstaculizar una declaración parcial de inconstitucionalidad? La información aquí publicada pone de manifiesto que alguien dentro del Tribunal ha vulnerado el deber del secreto por intereses políticos. Esto es intolerable y si el TC funciona así, sembrando por tolerancia pasiva la crispación y el desconcierto entre los ciudadanos, más vale que desaparezca. ¿A quién favorecieron tardanza y filtraciones? La única hipótesis verosímil es que a la opción del Gobierno. Al causante en definitiva del embrollo.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Mi dignidad


Francesc de Carreras en La Vanguardia.


Doce diarios de Catalunya, entre ellos La Vanguardia, publicaron el jueves un editorial conjunto titulado “La dignidad de Catalunya”. Que unos medios de comunicación se arroguen la defensa de la dignidad de un pueblo creo que excede el papel que les corresponde. Que lo hagan conjuntamente evidencia que el pluralismo ideológico tiene en Catalunya el límite de una identidad colectiva que unos pocos han definido y que no puede ser puesta en cuestión. Que se quiera imponer este límite al mismo Tribunal Constitucional, supone una coacción indebida y un grave quebranto de las reglas de juego del Estado de derecho. Desde hace ya mucho tiempo, algo huele a podrido en la vida política catalana. El aplauso de la clase política al editorial es una sonrojante muestra del papel que ha desempeñado en el asunto.

Yo no pretendo hablar de algo tan misterioso como la dignidad de Catalunya sino, simplemente, de mi dignidad como columnista que está en desacuerdo con lo expresado en el editorial conjunto y quiere exponer las razones de este desacuerdo porque, en otro caso, se sentiría indigno. No acabo de entender muy bien qué es la dignidad, pero entiendo perfectamente qué es la indignidad, tengo claro quiénes son indignos y no quiero ser uno de ellos.

El editorial puede ser examinado desde muchos puntos de vista, optaré por abordarlo desde el derecho constitucional, en el que muestra un déficit lamentable de conciencia democrática. Respecto a hechos objetivos, no es cierto, como dice el editorial, que Catalunya sea definida en el Estatut como nación, ni en el preámbulo ni, menos aún, en el articulado, donde precisamente es definida como nacionalidad en su artículo 1.

Yendo a cuestiones valorativas, es contradictorio decir que les resulta inquietante que el tribunal haya sido empujado –¿por quién?– a actuar como “cuarta cámara”, es decir, como poder legislativo y no como jurisdicción, cuando después se le demanda al tribunal que “decida atendiendo a las circunstancias específicas del asunto”, recordando que el Estatut es “fruto de un doble pacto político” y que “no va a decidir solamente sobre un pleito” sino sobre “la dimensión real del marco de convivencia español”, con alusiones también a que “están en juego” unos misteriosos “pactos profundos” que han hecho posible la actual democracia. Este lenguaje críptico sólo parece pretender que el tribunal incumpla su estricta función de determinar la constitucionalidad de unos preceptos jurídicos y lleve a cabo un juicio político, incumpliendo así con las competencias que tiene asignadas y vulnerando la división de poderes, un principio básico del Estado de derecho.

Si el editorial quiere defender la dignidad de Catalunya, bórrenme de esa Catalunya, yo me apunto a otra distinta en la que espero vivir con dignidad y en la que estoy seguro no me encontraré solo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La lengua de enseñanza en la legislación de Cataluña


Jesús Royo en La Voz Libre


El derecho a la enseñanza de y en la lengua materna está reconocido por multitud de órganos internacionales. Algunos de ellos comprometen al Estado Español.

Incluso el Parlamento Europeo, (10.11.2005), define la comunicación en lengua materna como una "competencia clave" que la escuela debe promover, incluso si esa lengua no es oficial. Podría ser que, incluso más allá del Constitucional, otros tribunales internacionales -de Europa, de los derechos humanos, contra el racismo- obligaran a modificar el articulado del Estatut.

Pero ciñéndonos al Constitucional (TC) y su doctrina, hay argumentos de sobra que prohíben que el catalán sea 'la' lengua exclusiva de la enseñanza.

En las sentencias del TC 83/1983, 88/1983, 82/1986 y 84/1986, se considera que el deber de conocimiento sólo puede predicarse del castellano y no de las demás lenguas oficiales, invocando los trabajos de elaboración de la Constitución. Aunque limita ese deber a "la presunción de conocimiento de la que se deriva la imposibilidad de alegar válidamente su desconocimiento", con él se obliga al Estado a la enseñanza de y en castellano en todo el territorio. La sentencia 84/1986 declara inconstitucional el deber de conocer el gallego, de la Ley de Normalización lingüística del Parlamento de Galicia.

Sentencia del TC 6/1982: "corresponde a la Alta Inspección Educativa en materia de enseñanza no universitaria velar por el respeto a los derechos lingüísticos -entre los cuales está, eventualmente, el derecho a conocer la lengua peculiar de la propia Comunidad Autónoma-, y en particular, el de recibir enseñanza en la lengua del Estado".

El propio Parlamento de Cataluña, en las alegaciones a la cuestión de constitucionalidad de la Ley de Normalización Lingüística (14.4.1994), opina que no se puede imponer el uso activo del catalán a los alumnos -excepto en la asignatura de catalán, por motivos pedagógicos-.

Ibídem (III,6), el Parlament interpreta la Sentencia 6/1982 del TC, en concreto el sintagma "derecho a recibir enseñanza" en castellano, en el sentido de que "puede admitirse desde el punto de vista constitucional que se imparta sólo una parte de la enseñanza en castellano". Luego no puede admitirse que no se imparta ninguna parte en castellano.

Ibídem (2.2), el Parlament expone que el uso del catalán en la enseñanza es constitucional porque no afecta a la integridad moral de los alumnos. Pero "cuestión diferente sería que se desprendiera una imposición del uso del catalán a los alumnos... que limitara el uso del castellano entre aquéllos". Eso sí sería inconstitucional.

Ibídem, para justificar la constitucionalidad del art. 20 de la Ley de Normalización, el Parlament muestra que "en ningún momento se califica al catalán como lengua exclusiva, obligatoria o única". Para el Parlament, la expresión "debe hacer -del catalán- vehículo de expresión normal" sólo significa "un simple mandato de fomento", por lo que "en ningún momento podría considerarse excluido el uso del castellano en los centros docentes".

La Generalitat, en las alegaciones ante la misma causa, (14.4.1994), argumenta que "la enseñanza básica -tiene un- carácter fundamental para llegar a conseguir una futura sociedad catalana efectivamente bilingüe", "la ley es garante de conocimiento y uso en plano de igualdad del catalán y el castellano", "-el sistema de conjunción lingüística- comporta la obligación... de recibir la enseñanza en catalán y en castellano". Declaraciones babélicas al cien por cien, que nada tienen que ver con la escuela catalana y el articulado del Estatut actual.

Ibídem, el Gobierno catalán niega de hecho la práctica de la inmersión desde parvulario, ya que la Ley de NL tiene por objeto "garantizar que los niños que tienen el catalán como lengua materna puedan recibir la primera enseñanza en su lengua habitual, de la misma manera que los niños que tienen el castellano como lengua materna puedan recibir las primeras enseñanzas en castellano". Primera enseñanza es "el segundo ciclo de la educación infantil -parvulario- y el ciclo inicial de la educación primaria". A partir del ciclo medio "será importante... que incrementen el uso de la otra lengua cooficial... -para- garantizar al final de la escolarización obligatoria el dominio de ambas lenguas" (5.2). Más que avalar la inmersión lingüística en catalán, el Gobierno catalán parecía argumentar contra la inmersión de hecho en castellano, heredada del pasado. Pero esta argumentación era, en pleno año 1994, totalmente retórica: la inmersión obligatoria en catalán ya se había implantado a todo lo ancho y largo de Cataluña.

Ibídem, el Gobierno catalán interpreta la sentencia del TC 6/1982 -derecho a recibir enseñanza en castellano- en el sentido que no obliga a que "toda" la enseñanza sea en castellano, porque entonces el TC hubiera dicho "recibir la enseñanza, ya que ello hubiera sido equivalente a toda la enseñanza"(5.2.1). Entonces, queda claro lo que significa "el catalán es la lengua vehicular" en el artículo 6.1 del Estatut.

Ibídem, para el Gobierno catalán, que el catalán sea lengua de uso normal en la enseñanza "no significa, como es obvio, que haya de utilizarse como lengua única: no se ha tratado de sustituir el uso de una lengua por otra, sino solo de afirmar la oportunidad del uso del catalán" (5.4). El "como es obvio" está en el original. En la práctica, las obviedades ya sabemos en qué han ido a parar. Por si alguien lo duda, en el párrafo anterior se pregunta: "¿El legislador catalán ha relegado el castellano como una lengua accesoria en el ámbito escolar? La respuesta es no, evidentemente no. Entenderlo de otro modo sería atribuir al Parlamento catalán una clara desconsideración hacia la lengua que es común de todos los españoles..." O sea que la práctica escolar actual y el artículo 6.1 del Estatut, que evidentemente sí han relegado el castellano como lengua accesoria -y yo aún diría que menos que accesoria- muestran una clara desconsideración hacia la lengua común de todos los españoles...

jueves, 19 de noviembre de 2009

El catalán, ¿es una causa reaccionaria?


Jesús Royo en La Voz Libre.


Hace veinte años, la lucha por el catalán era una causa progresista, ya que servía para romper los guetos del cinturón industrial. El catalán había sido objeto de la represión franquista y eso hacía que se lo valorara positivamente.

Era aún 'la lengua del pueblo' y era posible entenderla como 'la lengua del reencuentro'. Yo mismo me sumé a esa lucha y si ahora soy catedrático de catalán es por aquel valor de progreso social que representaba.

Pero ahora las cosas se han invertido espectacularmente. Ni rastro de la anterior persecución. El catalán ahora es una lengua subvencionada, primada socialmente, con una legitimidad total y exclusiva, con una impunidad intelectual absoluta. En estos veinte años se han escrito en catalán quizá diez veces más páginas que en toda su historia anterior.

Ya no se le puede considerar 'la lengua del pueblo', porque el pueblo catalán habla mayoritariamente en castellano. No es la lengua del mercado, pero es, eso sí, la lengua de las actividades normativas: escuela, iglesia, poder político. Y en buena parte, es la lengua del éxito social: como mínimo, para los ciudadanos de las capas bajas... ¿Es posible que el catalán ahora se haya vuelto socialmente regresivo? ¿Es posible que el lugar de la 'lengua del imperio' -grito que se usaba para hacer callar a la gente- lo ocupe ahora la 'lengua nacional' con una función similar?

Personalmente, he llegado a la dolorosa conclusión de que en el momento actual, el combate por la lengua catalana es reaccionario. Solo la inercia de las percepciones anteriores hace que nos resistamos a admitirlo. El catalán funciona ahora como la ideología oficial del país, y encubre la división entre los que mandan y los que son mandados. O sea, tal como decíamos antes: el capital y el trabajo.

Me hago cruces pensando que esta exclusión del castellano se produce porque es la lengua de los pobres. Si fuese la lengua de los ricos, la lengua de prestigio, todo el mundo la reclamaría. Mejor dicho, todo el mundo la reclamaba cuando lo era. Hablo del siglo XVI al XIX. Y seguramente, los que ahora somos bilingüistas estaríamos pidiendo el catalán en la escuela, como hace treinta años...

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cataluña en fase menor


Valentí Puig en ABC


EN sus horas bajas el nacionalismo catalán siempre recurre a mitificar el pasado o urde un futuro ilusorio antes que afrontar el presente cuando sea lábil y espinoso. Sus transiciones son endógenas, con lo que pierde ósmosis con la nueva configuración social de Cataluña. Por contraste con momentos creativos y tan permeables como fueron la «Renaixença» o el «Noucentisme», el catalanismo se repliega, particulariza aún más sus instintos, simplifica y reduce. Aplíquese el test del punto ciego. Esta es la fase menguante que arrancó en los peldaños finales del pujolismo, tuvo su exótico clímax en el maragallismo y anda ahora en período de requerimientos neurotóxicos.
El grado de sobresaturación es tan elevado y tan acusados los efectos específicos de la recesión económica en Cataluña y las penumbras crecientes de la corrupción que la pasividad y el desapego general son ya apolíticos y próximos a ese rellano ambiguo que algunas veces da pie a la antipolítica. Por ejemplo: Josep Anglada, promotor de las candidaturas municipales antiinmigración en la zona de Vic, está tanteando sus posibilidades autonómicas en el Bajo Llobregat.
Las múltiples dilaciones en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el «Estatut» tienen un aire premonitorio. Ahora quizás no haya sentencia hasta más allá de las elecciones autonómicas catalanas, previstas para el año que viene y sujetas en estos momentos a un sinfín de especulaciones sobre su posible convocatoria anticipada. El paisaje de fondo es de fatiga, de desgana muscular y de avitaminosis histórico-política.
Sentencia interpretativa o sentencia asertiva: para el caso, será propagada en auditorios con muy escaso público y aprovechada con sesgos de todo tipo por una clase política que no tiene la energía moral suficiente como para anular distancias entre lo que piensa y lo que dice, entre lo que hay que hacer y lo que es impura conveniencia. Ciertamente, muy pocos creyeron de verdad en aquel segundo estatuto. Al final, muy pocos serán también los que para algo confíen en el Tribunal Constitucional. Esas fueron las hechuras del maragallismo que fascinó a Rodríguez Zapatero. Nada menos: reformar la Constitución de 1978 con el conjuro de un segundo estatuto de autonomía veteado de inconstitucionalidad.
Suele ser de tan baja calidad la novela negra escrita en Barcelona que por eso ha sido más aparatoso el contraste con las acusaciones a F_lix Millet o las detenciones en la trama de Santa Coloma de Gramenet. Millet constituía un elemento dinástico del catalanismo, como eslabón con la coralidad fundacional que arranca en 1891 al instituirse el «Orfeo Català» por iniciativa de Lluís Millet y Amadeu Vives. Acabado de construir en 1908, el modernista «Palau de la Música Catalana» sería su sede. De Amadeu Vives, personalidad fascinante que retrató Josep Pla, quedan zarzuelas espléndidas como «Bohemios», «Maruja» y «Doña Francisquita». En la memoria popular y sentimental catalana permanece sobre todo, con versos de Verdaguer, la canción «L´emigrant».
En el caso de Santa Coloma de Gramenet han sido llamativas las detenciones de Lluís Prenafeta y Macià Alavedra, personalidades con notable protagonismo directo en los años-clave del pujolismo aunque los ejes del entramado investigado por la justicia implican de mucho más cerca al entorno del PSC, el gran poder municipal en la Cataluña de hoy. En realidad, poder municipal, autonómico, provincial y mediático, a gran escala y sin mucho espíritu de fineza.
La desnaturalización del capital simbólico del catalanismo cultural y político se inició hace ya tiempo y tanto el caso «Palau de la Música» como la trama de Santa Coloma de Gramenet tienen algo de postrimería, según lo ratifica el intento más bien exangüe de contrarrestarlo una vez más con una reacción victimista. Como se ve de nuevo, el caso es que las élites barcelonesas operan en torno a una especie de «omertá» y no con el fundamento del mérito, lo que facilita las exclusiones sistémicas. Por eso las connotaciones de la corrupción son más densas y nucleares. Unas corrientes subliminales de mucha peculiaridad lo conectan todo con el declive cultural. Como protagonista social, hace tiempo que la burguesía de Pedralbes tan solo es un mito.
Para el socialismo, la complicidad inicial de Rodríguez Zapatero con el pacto del Tinell y el segundo estatuto autonómico ya no es la misma y la tirantez entre PSOE y PSC ha llegado a extremos de confrontación interna. La impresión es que José Montilla ejerce el poder pero sin saber para qué, salvo controlar los desmanes continuos de sus socios del tripartito, autorreproducirse en una política patrimonial y pretender el control mediático omnímodo.
Artur Mas tiene un liderato a medio plazo, con el contrapeso de Duran Lleida en «Unió». CiU está queriendo recuperar o asimilar voto soberanista incluso a costa de incitar oposición drástica a una sentencia que recorte un «Estatut» que la propia CiU nunca quiso. Las encuestas electorales favorecen a CiU, mientras que ERC acumula errores tácticos que de tan rudimentarios y pedestres solo se equiparan a su arcaísmo genético y a sus irresponsabilidades históricas. Ahí asoman las exploraciones de Joan Laporta, presidente del Barça, calcadas de una conjunción populista entre Berlusconi y la Liga Norte. Para el PP, su intrahistoria catalana tan accidentada como contradictoria lo hace depender todo de su empuje en toda España, sin atractivos territoriales propios, salvo que, para bien y para mal, su capital político en Cataluña son las siglas, su naturaleza de partido nacional y los éxitos económicos cuando estuvo en el Gobierno, como por ejemplo quedó ratificado en los pactos del Majestic. En el mejor de los casos, a Mariano Rajoy puede corresponderle una tarea pactista de bordadura ímproba, casi ya en la hora veinticinco.
La epidemia de consultas independentistas iniciada en Arenys de Munt llega en diciembre a unos ciento cincuenta municipios, aunque es un conjunto de escasa dimensión demográfica. El ayuntamiento de Gerona también ha aprobado la consulta, con la abstención del PSC, en el poder desde hace tiempo infinito. Son consultas que no aportarán racionalidad alguna a lo que es la vida pública catalana, sino más bien sensaciones de un desvencijamiento ya antiguo que se suman al adanismo abrupto de esas nuevas generaciones que han crecido en las aulas de la inmersión lingüística y de unos manuales de historia ajenos a la realidad de España.
Para usar un símil pictórico, la política en Cataluña ha perdido mucha perspectiva. Jordi Pujol habla de desencanto, de desprestigio, de pérdida de autoestima. Sí, todo eso y más. Perspectiva y forma simbólica: llegaron a ser lo mismo. Los personajes andan como perdidos en el espacio figurativo de la política catalana. Lo grave es el desconcierto de la ciudadanía, una ciudadanía multidimensional, tan mal representada por una política que sólo existe en dos dimensiones. Ya se sabe que, en el estudio de la perspectiva, las líneas rectas resultaron ser curvas.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Mejoras


Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya


Termino, al menos por el momento, mis comentarios sobre el nuevo sistema de financiación regional reseñando los aspectos más positivos del nuevo acuerdo. El primero es que la distribución de los nuevos recursos que el Estado inyectará en el sistema, aun no siendo la ideal, mejorará significativamente la equidad del reparto de la financiación entre comunidades autónomas. Si damos por bueno el cálculo de las necesidades de gasto regional que introduce el nuevo sistema en base a los principales determinantes del coste de los servicios de titularidad autonómica (que, en términos generales es muy razonable), lo más equitativo sería que la financiación por unidad de necesidad fuese la misma en todas las regiones. No se llega a tanto (aunque se podría, al mismo coste y sin que nadie pierda en relación al sistema antiguo), pero se avanza bastante en esa dirección.
Según mis cálculos, la dispersión de la financiación por unidad de necesidad en el 2009 será inferior en un tercio con el nuevo sistema de lo que lo habría sido con el antiguo, lo que no es moco de pavo dada la enorme inercia del sistema.
El segundo es que la creación del Fondo de Garantía introduce en el nuevo modelo un mecanismo de reparto de riesgos que permite a las comunidades autónomas asegurarse mutuamente contra posibles shocks que puedan afectar negativamente a sus ingresos o a sus necesidades de gasto.
A diferencia de lo que ocurría en el modelo anterior, en el nuevo un 75% de los ingresos tributarios autonómicos, aumentados con una aportación del Estado, van a una cesta común que se reparte cada año en proporción a las necesidades de gasto. Es cierto que hay otros elementos del sistema que alejan la asignación inicial de la igualdad que sería óptima. Pero al menos la cosa debería funcionar bien en el margen. Por ejemplo, una comunidad cuyos ingresos tributarios crezcan por debajo de la media verá reducido a una cuarta parte la magnitud del problema. De esta forma, resultará mucho menos probable que la brecha entre necesidades de gasto y financiación se amplíe dramáticamente con el paso del tiempo, como ha sucedido en algunos casos con el sistema actual.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Se es o no se es: no mucho o poco


Jesús Royo en La Voz Libre.

Me ha salido un título así, enigmático y poético. Es todo un endecasílabo, el verso más acendrado de la poesía moderna occidental -en catalán, decasíl·lab-. Pero el tema es de lo más rastrero: se trata de la identidad, del ser español, catalán, francés o lo que sea. ¿Hay alguna identidad más allá de la del DNI? ¿Se puede ser más o menos español?

No me gusta eso de ser 'más' español. Se es o no se es, y punto. Es como estar embarazada: se está o no se está. No se puede estar 'un poco embarazada'. ¿Se imaginan que Pepita esté más embarazada que Manolita? Pues lo mismo con la ciudadanía administrativa: o eres español, o no lo eres, y no cabe serlo mucho ni poco. Ser español es estar apuntado en una lista que te da unas ventajas y unas obligaciones, y basta. No es ni un orgullo, ni un sentimiento, ni un privilegio, como se lee en tantas pegatinas de parabrisas: 'soy español, casi ná', y cosas así. Todo eso son chorradas nacionalistas. Habrá quien se corra de gusto por ser español, pero eso ya entra de lleno en la patología. Cada uno alimenta sus propios vicios secretos, qué se le va a hacer... Allá cada cual. Si usted cree que ser español es una gloria -o la peor de las desgracias, hay quien lo usa para insultar-, pues bueno, que le aproveche...

Hablar de más o menos español supone que 'español' es una cualidad continua, como frío o caliente, y no una cualidad discreta, como encendido y apagado, on y off. Se es ciudadano o no se es. Es decir, se tienen derechos o no se tienen. Por 'muy español' que seas o que te sientas, tienes los mismos derechos que cualquier otro. Entender 'español' como una cosa continua supone que hay un perfil ideal, el 'español 10', al que cada uno se acerca más o menos. Si tienes un 7 eres muy español, con un 5 eres tibio y con un 3 eres poco español. Si sacas un 10 es que eres 'Manolo, el del bombo'.

Habría características más españolas que otras. Divirtámonos un rato: ser blanco es más español que ser negro. Hablar castellano lo es más que hablar catalán, gallego o vasco. Los toros lo son más que el fútbol, el flamenco más que el rock, la zarzuela más que la ópera. Vibrar con la selección, 'La Roja', sentir un pellizco en las entrañas cuando ondea la bandera y suena el himno, eso ya es de notable para arriba. Y si encima ves a los extranjeros como seres ridículos, guiris atolondrados y sin ingenio, entonces ya bordeas el sobresaliente. Eso de despreciar al extranjero es consustancial al patriotismo. Los peores extranjeros son los más vecinos: los gabachos, a los que dimos paliza en 1808, y los moros, que nos costó, pero tras ocho siglos pudimos devolverlos al África en 1492. Ah, y la religión: somos católicos a machamartillo. Santiago y el Pilar. ¡Oh!

Para mí, todo eso son juguetitos para gente infantilizada, que no tiene suficiente con ser ellos mismos y necesita un refuerzo. Es que si a un patriota le quitas el ser español, pobrecito: ¿en qué se queda? Hay que desprestigiar el patriotismo. Los patriotas son idiotas, en griego. ¡Ah, los griegos! -Por cierto, grandes patriotas: despreciaban a los bárbaros por no saber hablar-.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Pax catalana


La opinión de Juan Antonio Cordero.

Pese a los esfuerzos de algunos sectores del establishment catalanista por desplazar el foco mediático hacia la heroica campaña de mini-referéndums separatistas (entre otras diversiones), la atención de los ciudadanos permanece centrada en los casos de corrupción que están saliendo a la luz, y que casualmente están todos relacionados con ese mismo establishment. Tan notables son los casos, y tan profundo su impacto en la opinión pública, que los escándalos ha trascendido ya los límites regionales y nacionales. El pasado día 3 de noviembre, era el prestigioso diario francés Le Monde quien publicaba un lúcido cuadro sobre la decadencia de la marca Barcelona y el contexto en que ésta se produce, marcado por la desconfianza creciente de la sociedad hacia los políticos en Cataluña, alentada a su vez por la aparición de diversos asuntos de corrupción en círculos muy VIPs de la política catalana. El autor del artículo, Jean-Jacques Bozonnet, yerra tan sólo el tiro en el último párrafo de su crónica, cuando presenta los casos de corrupción en Cataluña como la continuación de los recientes escándalos surgidos en el resto de España y la ruptura del llamado “oasis catalán”.

Ciertamente, el caso Orfeó Català – Palau de la Música y la Operación Pretoria desplegada por el juez Baltasar Garzón aparecen justo después del estallido del caso Gürtel, que afecta fundamentalmente a las administraciones regionales de Valencia y Madrid, gestionadas por el Partido Popular. Pero no hay continuidad entre lo uno y lo otro. La corrupción “transversal” denunciada en Cataluña, ocurrida al amparo de las opacas redes de influencia tejidas por el Partit dels Socialistes de Catalunya y los nacionalistas de Convergència i Unió, tiene raíces más antiguas y más profundas que la trama Correa, y forma parte nuclear del subsistema político catalán. Esto es así porque sus bases, que como la de Correa (y otros casos famosos en la historia española), las redes clientelares construidas en torno a aparatos políticos enquistados en las Administraciones Públicas, han sido en Cataluña mucho más longevas que en otras regiones españolas (no todas). Está estrechamente vinculada con una cultura política basada en la repartición tácita del poder político en Cataluña que durante largos años cedió el poder autonómico a los convergentes que reinaron sin alternativa hasta 2003; y el poder local (las grandes ciudades y, en particular, Barcelona y su cinturón metropolitano) al PSC y aliados desde las primeras elecciones municipales, en 1979. Las miserias del sistema dual construido en torno a estos dos pilares desde tiempos inmemoriales es lo que aparece ahora a la luz, perfectamente simbolizado en las figuras de Fèlix Millet, Lluís Prenafeta, Macià Alavedra o Bartomeu Muñoz: Millet (hijo), cuyo apellido le convirtió en un ser prácticamente intocable en los círculos más exclusivos del catalanismo (socialista, independentista, convergente o conservador) y de sus innumerables ramificaciones políticas, económicas y de eso que humorísticamente llaman “sociedad civil”; Prenafreta (“¿te das cuenta, Lluís, que en estos momento la Generalitat somos tú y yo?”, es difícil describir con mayor precisión la centralidad del personaje y su poder en la sala de máquinas del pujolismo que con las palabras que le dirigió Jordi Pujol); el exconsejero de Economía Alavedra, otro venerable histórico del catalanismo convergente y actual referente de la Fundació Catalunya Oberta (la ideóloga de la marea de mini-referéndums separatistas que se cierne sobre Cataluña); y Bartomeu Muñoz, protegido y sucesor de la presidenta del grupo parlamentario del PSC y buen representante de la segunda generación del aparato del PSC, la que viene a suceder a “capitanes” como Montilla, De Madre y Corbacho en sus pétreos feudos municipales, tras el paso de éstos a la liga autonómica o nacional: sería complicado encontrar perfiles más representativos del establishment que ha manejado Cataluña en los últimos treinta años.

Es esta connivencia implícita entre socialistas y convergentes, esta especie de Tratado de Tordesillas nunca explicitado entre los dos grandes partidos políticos catalanes, la que late bajo los casos de corrupción detectados ahora por la justicia. Así lo indican, además, diversas declaraciones de algunos de los máximos responsables políticos de ambas formaciones. Las palabras pronunciadas por Pasqual Maragall, expresidentes de la Generalidad, durante el debate parlamentario del Carmelo, “ustedes [por CiU] tienen un problema y ese problema se llama 3%” son suficientemente expresivas, como lo fue también el vergonzoso telón caído sobre ellas en forma de balbuceante retracto. Pero también lo son las amenazas proferidas más recientemente por Jordi Pujol, también expresidente regional, y por Agustí Colomines, presidente de la fundación nacionalista Trias Fargas (receptora de fondos del Palau ilegalmente desviados por Fèlix Millet), advirtiendo sobre lo mucho que podrían sufrir otros partidos (en alusión al PSC) si ellos se dedicaban a “tirar de la manta” de la financiación ilegal. Los tres responsables, entre los cuales se encuentran, hay que repetirlo, ni más ni menos que los dos presidentes electos vivos de la Generalidad democrática, han certificado así lo que era vox populi en Cataluña: la existencia de un pacto de silencio entre los poderes fácticos catalanes para mantener fuera de la luz pública las entrañas menos gloriosas de la construcción “nacional” y autonómica desarrollada por la sociovergencia en estos treinta años. Los tres responsables han descorrido el velo, siquiera momentáneamente, pero no para reclamar que se investigue todo lo que deba investigarse; sino precisamente para evitar que alguien se atreva a hacerlo. Es sorprendente –de esas sorpresas sólo aparentes, como la que ha querido impostar la Cataluña oficial tras las detenciones de Alavedra, Prenafreta y Muñoz– que cada una de estas declaraciones se hayan disuelto en el paisaje una vez hechas, como el exabrupto que rompe momentáneamente la dulce placidez de la sociedad benestant, y que todo el mundo simula no haber oído conteniendo el sonrojo; en lugar de ser pistoletazos de salida de una investigación seria y sin concesiones, cada vez más urgente, para ver hasta dónde llega la “manta” y hasta dónde el “problema” al que se refirieron, en un momento de enajenación, enojo o lucidez, según se mire, nuestros ilustres próceres.

Los escándalos de corrupción en Cataluña, ya sea el caso Millet-Orfeó Català-Palau de la Música que toca básicamente a entornos nacionalistas, ya sea la Operación Pretoria por la que se ha detenido a antiguos responsables nacionalistas y, por el momento, a un alcalde socialista, sea el misterioso 3% mentado por Maragall, todo esto no rompe en medida alguna el llamado “oasis catalán”. El drama de Cataluña es que se trata justamente de lo contrario: estos casos muestran la dinámica profunda, constitutiva, de esta impostada pax catalana que durante años ha escondido con un envoltorio de seny autocelebrado y consenso patriótico-catalanista una red de corrupción sistemática de la que sólo estamos viendo el principio, y probablemente nunca veamos el fondo. El hecho diferencial catalán, su exquisita y civilizada altura democrática, corren el riesgo de verse reducidos al truco más viejo de los caciques en decadencia, que venden sus desmanes como servicios a la patria (o cualquier otro principio más elevado que ellos) y pretenden que no sólo lo toleremos sin rechistar, sino que además les agradezcamos el desvelo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

¿Es corrupción o simplemente buena formación?


Tras ver como cargos del PSC vistan Soto del Real, podríamos decir que estamos ante un claro caso de corrupción. Pero si sabemos que el secretario de formación del PSC es Josep Maria Sala y recordamos que pasó una temporadita en Can Brians por el asunto Filesa, podríamos afirmar que no es corrupción sino una buena formación.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La escuela catalana, la peor de España


Jesús Royo en La Voz Libre.

Soy profesor veterano, lo cual quiere decir que en mi vida docente he pasado del séptimo cielo -la escuela pública de los años 80- al infierno de Dante. Cataluña era punta de lanza en didáctica y exportábamos pedagogía al resto de España.

Recuerdo aquellas 'escoles d'Estiu' de Rosa Sensat de la Transición, a las que acudían muchos maestros de La Rioja, de Aragón, de Valencia, de Madrid, con verdadera sed de ponerse al día, de cambiar su práctica docente de arriba abajo. Los institutos públicos eran de alta calidad, recuerdo que lo eran tanto, que se empezaron a vaciar las escuelas privadas de gran raigambre en Cataluña. Se temía que la escuela privada -la religiosa, la de las élites- fuera a desaparecer. ¡Aquellos COU en que, por ejemplo en Latín, se traducían poetas clásicos como nunca después se ha vuelto a ver, ni siquiera a niveles universitarios!

Y ahora, ya ven. La Fundación Bofill, a la que honra su amor a la verdad antes que a la conveniencia política -lo cual es de agradecer, dado los tiempos que corren-, sacó en su momento un informe demoledor: la idílica escuela catalana ya no se podía asociar a escuela de calidad. La imagen novecentista de orden y excelencia había desaparecido como un azucarillo. De repente nos dimos de bruces con la cruda realidad: la escuela catalana es mala, violenta y cutre. Es la peor de la escuela española, que a su vez es la peor de Europa. Cataluña en la cola: un fracaso en toda la regla.

Tengo mi interpretación: en los veinte años largos del mandato de Pujol sólo importaba que la escuela fuese en catalán, aunque fuera a costa de la calidad. Antes catalana que buena: ésa era la consigna. Se marginó el movimiento pedagógico por su tufo socialista, se denigró a Marta Mata, se promocionó a un perfecto incompetente como Joaquim Arenas , el director de la omnipotente DEC (Delegació d'Ensenyament del Català), un personaje que tiene problemas severos con la sintaxis y cuyo dudoso y único mérito fue la inmersión lingüística, implantada sin ningún miramiento, con un sectarismo digno de los monjes-soldado de Cirilo de Alejandría. Ahora tenemos que los alumnos no saben nada, pero esa nada la saben en catalán. Son maleducados, pero maleducados en catalán.

Sugiero a los de la Fundación Bofill que crucen los datos sobre el fracaso escolar con la variable de lengua materna. Comprobarán en cifras lo que todos vemos a diario: que el fracaso escolar de los castellanohablantes es escandalosamente mayor. Una vergüenza. Hay una evidente correlación entre la catalanización de la escuela y su pérdida de calidad. En mi opición, deberían sacar conclusiones. Pero qué va, ni lo sueñen ustedes. Les propongo una apuesta: ¿a que ninguno de los que mandan -ni de los que mandarán- se plantea ni siquiera la hipótesis de revisar la feroz política lingüística de la escuela? ¿A que si alguien, por ejemplo yo, señala la relación entre inmersión y fracaso escolar será acribillado con la acusación de demagogia?

El flamenco cae mal al catalanismo radical


Entrevista a Mayte Martín, la cantaora catalana en La Razón.


-Hoy abre en el Teatro Español (Madrid) el Festival de Jóvenes Flamencos. Perdone, pero, ¿hasta cuándo piensa ser joven flamenca?
-Ja, ja, ja. La verdad es que estar incluida me da risa, pero creo que me llaman para dar el pistoletazo de salida.
-Decía Picasso que hace falta mucho tiempo para ser joven...
-Tiene razón. Espero serlo siempre, porque siempre tendré ilusiones y me enamoraré. Me enamoro, sobre todo, de las mujeres y de la música.
-Leo en su página web: «El flamenco es mi origen, no mi yugo».
-Quiero decir que soy una artista libre. Flamenca, pero no sólo eso.
-Diría que es una flamenca rara...
-Sí, rara, diferente, atípica, exótica. Soy todo eso y algo más.
-Nació en Barcelona. ¿Existe algo así como el flamenco catalán?
-Puede que sí. Y quizá sea un poco más intelectual.
-¿Y cómo cae el flamenco al catalanismo radical?
-Mal. Está en contra porque huele a español. Hay menos radicales catalanes de lo que parece, pero los que hay molestan mucho.
-Ya sabe: quieren prohibir las corridas de toros...
-Una bobada. Deberían poner su energía en arreglar otras cosas.
-Por cierto, ¿se puede ser cantaora y antitaurina?
-A mí me costó superar el trauma de la muerte del animal. Tuve que insistir para ver la parte artística.
-Le cantó a Lorca. ¿Está loca por sus huesos?
-No. Lorca es el poeta fetiche de los flamencos, pero no me interesa toda su poesía. No me apasiona tanto como al resto de los flamencos.
-Dicen que es elegante, sobria, delicada, virtuosa, emotiva, honesta... ¿Ve todo eso en usted?
-Veo, sobre todo, honestidad: desde ahí se hacen todas las cosas. Pero, ya lo ve, parece que la honestidad es cosa de muy pocos.
-Hoy presenta su disco «Al cantar a Manuel». Canta los poemas de Manuel Alcántara. ¿Por qué?
-Fue un encargo de la Bienal de Flamenco de Málaga. No conocía a Manuel. Leí su poesía y me fascinó por su lenguaje y su naturalidad. Es una poesía, además, muy musicable, bonita.
-Interpreta, por ejemplo, «Me gustaban pocas cosas». ¿Le gustan pocas cosas?
-Sí. Soy simple y austera. Me divierten y me emocionan pocas cosas, aunque muy intensamente. Tengo pocos amigos. Escojo mucho.
-Canta «No pensar nunca en la muerte». ¿Es posible?
-No. Y, además, absurdo. Creo que es bueno pensar en ella: así podemos valorar mejor las cosas, ver lo importante.
-¿Dejaría libre a Polanski?
-No. Hay que tener sentido de la ética y de la justicia.
-No fuma ni bebe. No me la imagino en una juerga flamenca...
-Siempre me voy antes de que empiecen. No soy mujer de juergas.
-También canta boleros. Invitada en La Moncloa, ¿cuál le cantaría a ZP?
-Uno de Manzanero: «Esta tarde vi llover/ vi gente correr/ y no estabas tú...».
-Estaría reflexionando sobre en qué puede gastar tanto Chaves...

martes, 3 de noviembre de 2009

¡Qué bonita es la amistad cuando es de verdad!



Rodríguez Zapatero y Bartomeu Muñoz en la campaña de las municipales del 2007.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Despertares en la Cataluña de verdad


Álex Sàlmon en El Mundo


Imaginar a Macià Alavedra o a Lluís Prenafeta en el furgón de la Guardia Civil camino de la Audiencia Nacional, o al alcalde de Santa Coloma de Gramenet, Bartomeu Muñoz, en el mismo viaje es tan difícil como pensar que Cataluña iba a cambiar en tantas cosas con poco tiempo de diferencia.

Pero esa dificultad, ya no ha lugar. El número dos de los gobiernos de Jordi Pujol durante mucho tiempo, hombre con un tremendo poder y muchos negocios, Prenafeta, hizo el jueves exactamente lo que acabo de relatar. Igual que el buen amigo del ex president de la Generalitat durante los años del franquismo, Alavedra. Hacen eso, disfrutar de un viaje exclusivo en camarote con rejas destino a Baltasar Garzón.

Cuando el martes llamé a varias personas para decirles exactamente que la Guardia Civil estaba entrando en el Ayuntamiento de Santa Coloma y que se decía que habían detenido a su alcalde, los comentarios eran de asombro pero calmados. Pero cuando a continuación mis llamadas explicaban que habían detenido a Prenafeta, la estupefacción no encontraba espacio suficiente

Cuando les decía a mis interlocutores: «¡han detenido a Prenafeta!». La respuesta era: «¿Qué? Ja, ja, ja, qué bueno. Cómo sois los periodistas». Y yo proseguía después de un serio silencio: «No, no, no me entiendes. Que han detenido a Prenafeta y dicen que también a Alavedra». No les puedo enumerar la larga lista de comentarios. En estas situaciones descubres cómo se les tiene ganas a algunos personajes. No todo el mundo reaccionó en contra de los protagonistas. Otros se sintieron muy apenados y preocupados por sus edades. Pero el asombro y el desconcierto fue lo más corriente.

Escribía en la edición del miércoles que esto ya no es un oasis y que se ha transformado en una cloaca. Era una buena primera frase pero poco rigurosa. Los oasis deben servir para coger fuerzas y Cataluña nunca fue un lugar revitalizante como espacio político o de sociedad. Nos faltaba algo. Algo como lo ocurrido. El shock ha sido tan tremendo que el silencio está siendo la vía de escape. Un exceso de silencio en el caso del Parlament de Catalunya.

Y ésa es la cuestión más importante. Lo que ha ocurrido tenía que pasar en algún momento de la Historia contemporánea. Nada es eterno. Cuando una sociedad se silencia con sus vergüenzas se pudre hasta que los cimientos ceden a las presiones y, tarde o temprano, salta todo por los aires.

En estos momentos el desconcierto en Cataluña es tan fuerte que de seguir desbocado mucho tiempo van a brotar cadáveres como en una película de terror. ¿Es que todo lo catalán es corrupto? En absoluto. Muy al contrario. Los políticos, los empresarios, la sociedad en general mantiene su habitual disciplina. Lo que ocurre es que los malos son muy malos y descubrieron que bajo la senyera estaban a salvo de cualquier inclemencia. De ello fueron conscientes la mayoría de los hombres honestos y trabajadores. Pero callaron por miedo a hacer el ridículo, a quedar desplazados de la tribu, al qué dirán. Las ideologías se convirtieron en negocio por ellas mismas, en vez de ponerse el servicio del ciudadano.
Llevamos hablando bien de Jordi Pujol unos cuantos años. Sigo pensando que es el mejor político que ha dado Cataluña porque, como escribí hace muy poco, tuvo una idea y la desarrolló intelectualmente, fuera buena o mala. El problema es que permitió que muchos se enriquecieran a costa de esa idea. Cuando se dieron cuenta era demasiado difícil volver atrás. Quien más quien menos estaba pringado de alguna información que no era conveniente que se supiera.

La responsabilidad del que calla es casi tan elevada como del que comete la irregularidad. Sobre todo, en política. Uno puede saber que su vecino trafica con ropa falsa pero calla por el bien de la vecindad y porque la evidencia de que los ciudadanos no pueden ser policías. Pero otra cosa es la clase política. Los dirigentes políticos son funcionarios públicos porque cobran de nuestros impuestos. Si saben de un ladrón, aunque sea de su partido, deben denunciar con rapidez. Pero en Cataluña todo era silencio.

El aire fresco ha entrado por la tarde. Millet, los espías de Laporta, Alavedra, Prenafeta, 'Barto' y 'Luigi', nadie de una única ideología. Todos unidos por irregularidades torticeras, lo que es lo mismo, conseguir dinero irregular para convertirlo en dinero sano. Ocultando esas situaciones se pudre cualquier situación colectiva.

Que nadie olvide que Cataluña no está podrida. Lo son las personas implicadas y así se debe explicar. Así que si oyen decir que de todo esto tiene la culpa Madrid para mirar hacia otro lado, la crisis o Aznar, porque nos hace vudú u odio al pueblo catalán, no se dejen enredar. A Cataluña no le hacen falta blanqueadores de dinero, pero sí está carente de blancura ideológica. Y ahora que cada uno piense como le dé la gana.