miércoles, 4 de noviembre de 2009

La escuela catalana, la peor de España


Jesús Royo en La Voz Libre.

Soy profesor veterano, lo cual quiere decir que en mi vida docente he pasado del séptimo cielo -la escuela pública de los años 80- al infierno de Dante. Cataluña era punta de lanza en didáctica y exportábamos pedagogía al resto de España.

Recuerdo aquellas 'escoles d'Estiu' de Rosa Sensat de la Transición, a las que acudían muchos maestros de La Rioja, de Aragón, de Valencia, de Madrid, con verdadera sed de ponerse al día, de cambiar su práctica docente de arriba abajo. Los institutos públicos eran de alta calidad, recuerdo que lo eran tanto, que se empezaron a vaciar las escuelas privadas de gran raigambre en Cataluña. Se temía que la escuela privada -la religiosa, la de las élites- fuera a desaparecer. ¡Aquellos COU en que, por ejemplo en Latín, se traducían poetas clásicos como nunca después se ha vuelto a ver, ni siquiera a niveles universitarios!

Y ahora, ya ven. La Fundación Bofill, a la que honra su amor a la verdad antes que a la conveniencia política -lo cual es de agradecer, dado los tiempos que corren-, sacó en su momento un informe demoledor: la idílica escuela catalana ya no se podía asociar a escuela de calidad. La imagen novecentista de orden y excelencia había desaparecido como un azucarillo. De repente nos dimos de bruces con la cruda realidad: la escuela catalana es mala, violenta y cutre. Es la peor de la escuela española, que a su vez es la peor de Europa. Cataluña en la cola: un fracaso en toda la regla.

Tengo mi interpretación: en los veinte años largos del mandato de Pujol sólo importaba que la escuela fuese en catalán, aunque fuera a costa de la calidad. Antes catalana que buena: ésa era la consigna. Se marginó el movimiento pedagógico por su tufo socialista, se denigró a Marta Mata, se promocionó a un perfecto incompetente como Joaquim Arenas , el director de la omnipotente DEC (Delegació d'Ensenyament del Català), un personaje que tiene problemas severos con la sintaxis y cuyo dudoso y único mérito fue la inmersión lingüística, implantada sin ningún miramiento, con un sectarismo digno de los monjes-soldado de Cirilo de Alejandría. Ahora tenemos que los alumnos no saben nada, pero esa nada la saben en catalán. Son maleducados, pero maleducados en catalán.

Sugiero a los de la Fundación Bofill que crucen los datos sobre el fracaso escolar con la variable de lengua materna. Comprobarán en cifras lo que todos vemos a diario: que el fracaso escolar de los castellanohablantes es escandalosamente mayor. Una vergüenza. Hay una evidente correlación entre la catalanización de la escuela y su pérdida de calidad. En mi opición, deberían sacar conclusiones. Pero qué va, ni lo sueñen ustedes. Les propongo una apuesta: ¿a que ninguno de los que mandan -ni de los que mandarán- se plantea ni siquiera la hipótesis de revisar la feroz política lingüística de la escuela? ¿A que si alguien, por ejemplo yo, señala la relación entre inmersión y fracaso escolar será acribillado con la acusación de demagogia?

No hay comentarios: