miércoles, 11 de noviembre de 2009

Se es o no se es: no mucho o poco


Jesús Royo en La Voz Libre.

Me ha salido un título así, enigmático y poético. Es todo un endecasílabo, el verso más acendrado de la poesía moderna occidental -en catalán, decasíl·lab-. Pero el tema es de lo más rastrero: se trata de la identidad, del ser español, catalán, francés o lo que sea. ¿Hay alguna identidad más allá de la del DNI? ¿Se puede ser más o menos español?

No me gusta eso de ser 'más' español. Se es o no se es, y punto. Es como estar embarazada: se está o no se está. No se puede estar 'un poco embarazada'. ¿Se imaginan que Pepita esté más embarazada que Manolita? Pues lo mismo con la ciudadanía administrativa: o eres español, o no lo eres, y no cabe serlo mucho ni poco. Ser español es estar apuntado en una lista que te da unas ventajas y unas obligaciones, y basta. No es ni un orgullo, ni un sentimiento, ni un privilegio, como se lee en tantas pegatinas de parabrisas: 'soy español, casi ná', y cosas así. Todo eso son chorradas nacionalistas. Habrá quien se corra de gusto por ser español, pero eso ya entra de lleno en la patología. Cada uno alimenta sus propios vicios secretos, qué se le va a hacer... Allá cada cual. Si usted cree que ser español es una gloria -o la peor de las desgracias, hay quien lo usa para insultar-, pues bueno, que le aproveche...

Hablar de más o menos español supone que 'español' es una cualidad continua, como frío o caliente, y no una cualidad discreta, como encendido y apagado, on y off. Se es ciudadano o no se es. Es decir, se tienen derechos o no se tienen. Por 'muy español' que seas o que te sientas, tienes los mismos derechos que cualquier otro. Entender 'español' como una cosa continua supone que hay un perfil ideal, el 'español 10', al que cada uno se acerca más o menos. Si tienes un 7 eres muy español, con un 5 eres tibio y con un 3 eres poco español. Si sacas un 10 es que eres 'Manolo, el del bombo'.

Habría características más españolas que otras. Divirtámonos un rato: ser blanco es más español que ser negro. Hablar castellano lo es más que hablar catalán, gallego o vasco. Los toros lo son más que el fútbol, el flamenco más que el rock, la zarzuela más que la ópera. Vibrar con la selección, 'La Roja', sentir un pellizco en las entrañas cuando ondea la bandera y suena el himno, eso ya es de notable para arriba. Y si encima ves a los extranjeros como seres ridículos, guiris atolondrados y sin ingenio, entonces ya bordeas el sobresaliente. Eso de despreciar al extranjero es consustancial al patriotismo. Los peores extranjeros son los más vecinos: los gabachos, a los que dimos paliza en 1808, y los moros, que nos costó, pero tras ocho siglos pudimos devolverlos al África en 1492. Ah, y la religión: somos católicos a machamartillo. Santiago y el Pilar. ¡Oh!

Para mí, todo eso son juguetitos para gente infantilizada, que no tiene suficiente con ser ellos mismos y necesita un refuerzo. Es que si a un patriota le quitas el ser español, pobrecito: ¿en qué se queda? Hay que desprestigiar el patriotismo. Los patriotas son idiotas, en griego. ¡Ah, los griegos! -Por cierto, grandes patriotas: despreciaban a los bárbaros por no saber hablar-.

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