miércoles, 9 de septiembre de 2009
Nada por la patria. (18)
Porque el fascismo democrático no son Ezra Pound ni Drieu la Rochelle ni Rafael Sánchez-Mazas ni Dionisio Ridruejo ni Louis Ferdinad Céline ni Ernst Jünger ni Marinetti el futurista u Obiols el pasadista. Ni siquiera Eugeni d´Ors, cuyo fascismo catalán era bueno y pasó a ser malo sin cambiar un ápice salvo el idioma cuando se hizo español, o J.V. Foix, el imperialista catalán militarista que en la posguerra franquista hacía pasteles para los ricos de Sarrià con la harina del cupo del racionamiento para el pan de los pobres. Ni los cabezas rapadas, al fin y a la postre una caricatura sangrienta pero controlable. El fascismo no es una ideología sino un comportamiento, un modo de actuar. El fascismo democrático, el que llevó al poder a Chávez como a Pujol y a este como a Hitler, es lo que Voltas llama supra "la opinión general", la gente corriente adecuadamente "orientada" por los medios de comunicación, es decir de formación y no de información. El fascismo son los votantes de color gris que no han leído "El guardián entre el centeno" ni han mirado desnudos de Matisse pero forman las mayorías parlamentarias y permiten a los normalizadores -en Pleasantville el fascismo se quita con sexo y en Cataluña los normalizadores suelen tener cara de mal follados- sublimar sus represiones (tales personajes se merecen un freudazo) implementando la presunta aberración inmersora.
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