lunes, 14 de septiembre de 2009
Nada por la patria. (26)
El primer converso fue el homo habilis. Converso es el que lleva hasta sus últimas consecuencias la capacidad de adaptación y cambia de pelaje o pluma según lo exija el pesebre. Los judíos se hacían con certificados de limpieza de sangre y colgaban un jamón a la puerta de su casa para demostrar que, puesto que comían cerdo, ya eran cristianos. Los conversos van en el vagón de primera clase del tren y los otros vamos en tercera. Luego, si el tren descarrila, los periodistas podrán decir que por suerte todos los muertos eran de tercera. Los de primera son los normalizados, los integrados. Los otros, los no integrados, somos desarraigados, fachas, españolistas o simplemente españoles. Integrarse requiere tener el carnet del Barça y cantar Els Segadors. Si no lo hacemos, ya se encargarán nuestros hijos, convertidos en comisarios políticos por los maestros, como aquellos niños de Bertolt Brecht que espiaban a sus padres judíos por cuenta del partido nazi, de obligarnos a hacer lo que hay que hacer. Ya se encargarán de dcirnos que no se dice "bucadillu de ques" sino "entrepà de formatge". Y aunque sigan llevando nuestros malditos apellidos, nuestros Díaz y Fernández y Álvarez, ya se encargarán de ponerles a sus propios hijos -nuestros nietos- Jordi y Josep Maria y Antoni para que quede claro que son catalanes como Dios manda: Jordi Fernández, Josep Maria Díaz. ¿Antonio Álvarez? ¿Cómo Antonio Álvarez? Querrás decir Antoni...
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