martes, 8 de septiembre de 2009
Nada por la patria. (16)
Y ahí lo mejor será oír un poco de lo que decía la entonces redactora y presentadora de Sant Cugat Mercè Remolí:
-Ya no era solo el terreno estrictamente lingüístico, sino que pasaban a la noticia en sí misma. Muchas veces incluso le cambiaban el sentido, o la intensidad de lo que querías decir, y ahí era donde colisionábamos. Y no es que yo haya sido una excepción. Todos los compañeros, en algún momento -excepto los muy, muy disciplinados- han tenido alguna trifulca importante con los correctores por cosas de esas, porque a veces desbordaban sus funciones para entrar en unos terrenos que no les correspondían.
-Esto coincide con lo que me han comentado otros periodistas, sobre todo de Sant Cugat: que hay correctores que actúan como comisarios políticos, que hacen modificaciones de carácter ideológico.
-Es cierto. Rotundamente. Cuando cambian España por Estado español, por ejemplo, o Santiago de Compostela por Sant Jaume de Galícia, o "terroristas" por "organización armada", cuando hay calificativos que ellos no aceptan de buen grado y te ponen otros... Y eso yo lo recibía muy mal, porque sencillamente no lo acepto.
Así, pasito a pasito, casi sin enterarse y ayudados fraternalmente por los misioneros capuchinos de fe inasequible al desaliento y empecinado amor a la patria, con cebolla, los periodistas catalanes iban construyendo una nación virtual, una Catalunya destinada a sustituir a España sin que España se diese cuenta. Una nación virtual sin los inconvenientes de tener Estado propio pero con las ventajas de pertenecer a un Estado ajeno opresor, al cual se podían achacar siempre todos los males que aquejaban a la nación virtual.
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