martes, 20 de octubre de 2009
¿Por qué llaman género al sexo? (II)
Jesús Royo en La Voz Libre.
El género es de las palabras. El sexo es de las -algunas- cosas, los animales sexuados. En la lengua, sólo unos pocos de esos animales sexuados incorporan el sexo a sus nombres y, entonces, diferenciamos macho y hembra: caballo-yegua, gallo-gallina, oveja-cordero, perro-a, gato-a, león-a...
Pero no 'jirafa', que es femenino independientemente de que sea macho o hembra; o lo mismo sucede, por ejemplo, con dinosaurio, rata o ratón. Pero sobre todo, hay un animal en el que el sexo es importante, decisivo: es el hombre, en el que se oponen hombre-mujer. La mayor parte de los nombres que incluyen el rasgo 'hombre' podrán aplicarse el rasgo 'sexo': profesor/a, catalán/a, suegro/a, yerno/nuera, caballero/dama...
¡Atención! Dijimos que los nombres tienen adjudicados un género, uno sólo. Entonces, ¿por qué hay nombres que cambian de género, como gato-a? La respuesta es: no cambian de género, sino de sexo. Los adjetivos sí cambian de género: adoptan el del nombre al que complementan. Pero los nombres no cambian de género. El cambio de gato a gata es un cambio de 'cosa' -independientemente de que sea 'poca cosa'-. Son dos nombres diferentes, tan diferentes como gallina-gallo o mujer-hombre. En gato-gata no hay un cambio de género, sino de sexo: la terminación 'o-a' aquí no es un gramema, sino un sufijo. La lengua usa los sufijos para ahorrarse palabras: con una misma raíz como 'gat', usamos el sufijo de sexo 'o-a' para referirnos a los dos sexos de una misma especie.
Pero resulta que, en los casos en los que es pertinente el 'morfema sexo', siempre el sexo masculino es de género masculino y el sexo femenino es de género femenino. Ahí está el quid de la confusión entre género y sexo. Es decir, el macho gato es de género masculino, porque existe el nombre de la hembra, gata, de género y sexo femenino. Por la misma razón, el caballo-macho será masculino porque existe yegua, hembra y femenino. Pero el macho jirafa es de género femenino, porque no existe la oposición de sexo, es decir 'el jirafo'.
En estos casos en los que hay 'morfema sexo', si queremos referirnos a ambos sexos, o si queremos hacer abstracción del sexo, usamos el género masculino: 'el hombre' puede significar 'toda la especie humana' o 'la mitad de ella, los machos'. Es decir, el género masculino en estos casos sirve para designar dos cosas diferentes: el todo y la parte. Se trata del fenómeno de la homonimia: hay tres significados (genérico, macho, hembra) y sólo dos significantes (masculino, femenino) y el masculino se aplica a los dos primeros. Por lo tanto, el masculino es ambiguo. Las ambigüedades a las que da origen se suelen resolver por el contexto. Si digo "el profesor debe vestir correctamente" seguramente me estoy refiriendo a ambos sexos, profesor y profesora. Pero si digo "las alumnas se enamoran del profesor", seguramente me refiero al profesor de sexo macho. Es así de simple: tan simple como la ambigüedad de 'banco', en que adivinamos si es 'para sentarse' o 'para sacar dinero' sólo a partir del contexto. Puede haber gente a la que pongan nerviosa las ambigüedades, pero es la cosa más corriente de todas las lenguas. Pedir que se diga "el profesor/profesora debe vestir correctamente" es lo mismo que exigir que en la frase "se rompió una pata del banco" se explicite 'banco-de sentarse'. Una memez.
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