martes, 20 de octubre de 2009

El Puigmal y los cojones


La opinión de Manuel Trallero


El señor Joan Puig ha subido al Puigmal en compañía de destacados miembros de ERC tras el congreso extraordinario celebrado en Núria. Ya me gustaría saber a mí la que se armaría si el PP hiciera un congreso en El Escorial, pongo por caso. Por lo visto esto de subir montañas con fines políticos ya sea para sufrir una revelación (Pujol de jovencito en el Tagamanent), fundar un partido en Montserrat o para convocar elecciones como hizo el presidente Pujol desde la cima del Aneto es una cosa intrínsecamente catalana, algo así como Moisés recogiendo las tablas de la ley en las alturas.

Ignoro por completo si el señor P. J. tiene o carece de esos artilugios viriles, antes llamadas “las partes” y también conocidas como “las vergüenzas”, que por lo visto son necesarios para ascender al Puigmal. Pero recurrir a la testosterona para explicar la “inimaginable” ascensión desde Núria al Puigmal, donde ni siquiera hay mil metros de desnivel, produce un cierto repelús, y dudas sobre el coeficiente mental del señor Joan Puig y de aquellos que le permiten decir semejantes sandeces.

Lo que sí puedo asegurar es que un servidor habrá subido a esa “colina con vacas” como se la define en el Centre Excursionista de Catalunya una veintena de veces. Y estoy en condiciones de afirmar que si yo he sido capaz de ascender a semejante montaña, no es que pueda subir el señor P.J —es que puede subir hasta el Pato Donald. En la cima del Puigmal he visto desde cocinar una paella por un grupo de señoras valencianas, bombona de butano en ristre, hasta bailar una sardana con cobla incluida. Lo siento mucho pero de verdad que no es el Everest ni el K-8.

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