domingo, 4 de octubre de 2009

Nada por la patria. (57)


Hoy Iván Tubau relata la entrevista que hizo a Lluís V. Aracil en el diario El Mundo, el 28 de julio de 1986.


Lluís V. Aracil, valenciano de 55 años, es el padre de la sociolingüística catalana. Así de sencillo. O fundamental. O fundacional. Él mencionó el término sociolingüística por primera vez en español, en la recensión de un libro de Haugen que hizo en 1966 para la revista de Estudios Políticos de Madrid: treinta años ya.
Él introdujo la noción de "normalización lingüística", que se ha llevado en Cataluña más lejos que en parte alguna del mundo. Los "normalizadores" catalanes se consideran discípulos directos o indirectos suyos, y sin embargo a él lo que está ocurriendo en Cataluña hoy no le gusta en absoluto.
-Sabían que yo no era de los suyos, aunque parte de ellos creyeran que eran de los míos.
-No han leído, por lo que parece, la última edición de san Aracil.
-Saben que no les conviene.
Aracil fue presidente de la Asociación Internacional de Sociolingüística y profesor de dicha materia en la Universidad de Barcelona diez años, pero lleva ya otros tantos fuera, por oscuras razones que no desea aclarar y que muy probablemente tienen que ver con su condición de personaje incómodo para el "Establishment" universitario. Sigue viviendo en Barcelona y su carrera "académica" ha vuelto a la condición errática de sus comienzos, cuando presentaba ponencias en francés o inglés en congresos universitarios diversos. Solo ha publicado dos libros: Papers de sociolingüística y Dir la realitat (1982 y 1983), aparte su citadísimo prólogo a la obra de Escalante Les xiques de l´entresuelo. Pero su prestigio legendario viene de antes y ha seguido creciendo después. Más que un profesor al uso parece un gurú orientalista de los primeros ochenta, solo que occidental, racionalista aunque cristiano y bibliográficamente muy referenciador. Ah y civilizadísimo.
Le conocí personalmente el año pasado, en una reunión con Aina Moll y otros "expertos" que montó Aleix Vidal-Quadras para discutir una ponencia sobre la política lingüística de la Generalitat catalana. Las opiniones que expresó Aracil allí me llenaron de asombro. El padre "teórico" de la normalización no solo desautorizaba a sus presuntos hijos, sino que consideraba durísimamente la inmersión lingüística.
Desde entonces quise aclarar el aparente misterio. Para propiciar que dijera por primera vez en la prensa lo que hasta ahora solo decía en privado le he seguido hasta Morella, donde esta semana ha impartido un seminario sobre Vergonya i culpa rodeado por la admiración embelesada de una veintena larga de doctrinos en increíbles jornadas monologales de seis o siete horas.
Creo que el mejor modo de trasladar al papel la oralidad torrencial de Aracil es respetar la letra y la música de su aparente desorden meándrico, del cual acaba emergiendo como por arte de magia un discurso de rara y afiladísima, insobornable coherencia.
La conversación se desarrolla en valenciano septentrional o catalán sureño, como se prefiera.
-No hay que hacer tarmpas. Yo no soy de Cataluña. Soy valenciano. ¿Cuál es mi lengua materna y lo será siempre? El castellano. y no disimularé. Y no soy hijo de puta. Mi madre me lo impidió. La lengua materna es aquella en la que empiezas a expresarte, no la de un territorio. La única persona de mi entorno que usaba la lengua en la que estamos hablando tú y yo ahora era una criada de Almenara. Quise aprender esta lengua para hablar con la criada y con otras gentes de mi país. Aprendí para abrirme, no para cerrarme. Lo cual significa que soy lo contrario de Pujol o Arenas.

(SEGUIRÁ)

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