miércoles, 22 de diciembre de 2010

Víctimas del catalán

Un reportaje emitido en Veo 7.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Caperucita roja es nacionalista


Ayer me contaba un amigo que en el colegio de su hija representaron "La caputxeta vermella". La gracia estaba en que caperucita hablaba un perfecto catalán y el lobo un horrendo castellano. Sueño un día en que se acerque el cazador y en lugar de disparar al pobre lobo se vaya con el de cañas dejando a "caputxeta" triste, sola y desamparada.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sakamura, Corrales y los muertos rientes. (y 3)


Asistían al encuentro los socios de gobierno, el líder de la oposición y un monje capuchino. Tan sorprendente selección se debía a que todos ellos estaban al tanto de la puesta en marcha del Experimento Catalonia, cuyo germen se fraguó discretamente en Montsecret siendo anfitrión mosén Recaredo. La idea del Experimento era demostrar al mundo que aprender catalán también tenía interés para los extranejros, ya fueran turistas o inmigrantes, la inmensa mayoría de los cuales, muy desconsideradamente, se instalaban en Cataluña limitando sus esfuerzos a aprender castellano y alegando la estúpida excusa de que ello les permitía entenderse con más de 300 millones de hablantes repartidos por medio mundo, incluido el 99,999 por ciento de los catalanes.

Sakamura, Corrales y los muertos rientes. (2)


A la hora de los telediarios, el President de la Generalitat pulsó el botón correspondiente a la emisora pública catalana, afecta al Govern de la Generalitat hasta el punto de que sus locutores jamás pronunciaban la palabra "chotis" sino que, sistemáticamente, la sustituína por el eufemismo "baile tradicional de la capital administrativa del Estado español".

Sakamura, Corrales y los muertos rientes.

La primera novela de Pablo Tusset "Lo mejor que le puede pasar a un cruasán" fue un bombazo y por eso su siguente trabajo "En el nombre del cerdo" fue muy comentado, sin embargo su tercera novela "Sakamura, Corrales y los muertos rientes" ha pasado sin pena ni gloria. Leyéndola entiendo la razón y es que es una patada al estómago de cualquier tipo de nacionalismo.
Para muestra un botón:

El President de la Generalitat de Catalunya fue reelegido doce veces, en una de las carreras políticas más largas que se recuerdan. En ese largo periplo llegó a acariciar su viejo objetivo de que los impuestos que pagaban los catalanes se quedaran en Cataluña; sin embargo, cuando la nueva ley fiscal estaba ya en trámite parlamentario en Madriz, el alcalde de Baqueira Beret y un nutrido grupo de potentados de Vielha solicitaron a la Generalitat que sus impuestos tampoco salieran del Valle de Arán; una semana después, varias localidades costeras del alto y bajo Ampurdán solicitaron lo propio respecto a sus contribuciones tributarias, y, ya extendida la fiebre de la autodeterminación fiscal a la mismísima capital catalana, el acomodado barrio de Pedralbes se negó ne pleno a que sus dienros se gastaran en otros distritos de la ciudad, siempre tan sucios y atestados de inmigrates de color oscuro. Llegados a este punto, el President de la Generalitat carraspeó un poco y, con elegante naturalidad, se pasó por Madriz y retiró su proyecto de financiación autonómica.

jueves, 11 de noviembre de 2010

viernes, 22 de octubre de 2010

jueves, 14 de octubre de 2010

martes, 28 de septiembre de 2010

miércoles, 15 de septiembre de 2010

domingo, 15 de agosto de 2010

Josep Pla en A Fondo.

Imprescindible visionar esta entrevista que Joaquín Soler Serrano realizó a Josep Pla en 1977.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Los Mischlinge catalanes

Los Mischlinge son los 150.000 soldados de origen judío que combatieron en el Ejército Nazi con la autorización de Hitler.
Esta realidad histórica contranatura recuerda a todos los castellanohablantes catalanes que votaron a favor de un Estatut que cercena sus orígenes y su realidad, todos esos ciudadanos de segunda que se las tragan dobladas con, eso sí, el permiso y la satisfacción de la autoridad competente.

viernes, 11 de junio de 2010

miércoles, 9 de junio de 2010

martes, 8 de junio de 2010

viernes, 28 de mayo de 2010

viernes, 7 de mayo de 2010

Si te rompes la pierna que no sea en Catalunya.


Desde hace pocos meses los excursionistas catalanes que por negligencia deban ser rescatados han de pagar su salvamiento. Este hecho crea una paradoja la mar de curiosa, si un montañero catalán sube el Mulleres (de 3.010 metros, en la frontera catalano-aragonesa) y se rompe una pierna, puede verse obligado a pagar el rescate en el lado catalán, pero en el lado aragonés no tendrá ningún problema. Está claro hacia donde intentarán los excursionistas catalanes dirigir sus huesos rotos.

jueves, 29 de abril de 2010

Catalán en los años 60


La carta de una lectora de El Periódico de Catalunya.


Felicito a una de las escritoras catalanas más importantes, Mercedes Salisachs, por atreverse a decir la verdad, por declarar que el catalán no estuvo tan prohibido por el franquismo como nos dicen. La realidad la recordamos muchos. En los años 60 había radios, libros, espectáculos, música y teatro en catalán. Había comercios rotulados solo en catalán. Ahora, si rotulas solo en castellano, te inspeccionan y te multan.
Y la ley de educación prevé en sus artículos 14 y 17 la enseñanza del catalán en la escuela. Muchos de mi generación estudiamos más horas en catalán con Franco que ahora nuestros hijos y nietos estudian en castellano. Los nacionalistas han creado una leyenda negra lingüística de esa época que poco tiene que ver con la realidad.


Vicenta Arnau
Barcelona

lunes, 26 de abril de 2010

Catalunya después de ETA

Jorge M. Reverte en El Periódico de Catalunya.

No se puede comparar ningún movimiento nacionalista catalán con ETA, salvo aquel amago que venturosamente se encargó de liquidar Jordi Pujol, que se llamaba Terra Lliure. Pero es pertinente hablar de algunas cosas, ahora que se vislumbra el final de la organización terrorista: quizá no su final definitivo, sino su final en el sentido de que la política vasca ya no va a estar definida en relación con la actividad de los bandoleros. La idea me surge después de haber leído un espléndido artículo de Joseba Arregui que es, para quienes no lo sepan, uno de los mejores analistas del fenómeno de la violencia nacionalista en Euskadi.

¿Por qué hablar de Catalunya? Yo creo que la razón es sencilla: hemos estado años hablando del nacionalismo influidos por la existencia de la banda, y dejando que el listón de las exigencias democráticas bajara hasta niveles en algún momento insoportables.
Sigamos por un momento en el País Vasco: numerosas intervenciones de Xabier Arzalluz habrían sido imposibles de digerir en una situación distinta a la que vivimos durante los momentos más brillantes de la acción de ETA. Arzalluz era sostenible porque él no mandaba matar y porque, a buen seguro, no estaba a favor de que se matara. Pero eso no habría bastado, en circunstancias distintas, para soportar su discurso xenófobo, etnicista y cercano a la ideología nazi.
El asunto es que, igual que con Arzalluz, nos hemos ido tragando todos, con soberana serenidad, otros discursos que tienen mucho que ver con lo mismo. Y ahora, con las próximas convocatorias electorales, se van a establecer alianzas que exigen definiciones.
Desde luego que no me refiero a CiU, que es un partido, o suma de partidos, que tiene por base ideológica algo que no comparto en absoluto, pero que respeto. Son gentes que están en la democracia y que, con raras excepciones, no incurren en discursos fascistoides. Unos son independentistas y otros autonomistas, pero todos ellos me permitirían vivir en Catalunya aunque discrepe de sus objetivos.
Pero no me parece sensato que se sostenga una actitud de comprensión o tolerancia, o como queramos llamarlo, ante el discurso, no demasiado violento (tan no violento como el del PNV radical), pero excluyente, que empapa muchas de las actitudes de militantes de otras formaciones.
Porque lo que hasta ahora nos ha permitido a muchos aguantar ese discurso es que no tuviera derivaciones armadas, o demasiado violentas.

La vida diaria en Catalunya está marcada por una soterrada tensión que se basa en una idea de la política influida por las concepciones de un ambiente político que pretende llegar a los faldones de Convergència, a veces con éxito, y que consisten esencialmente en un rechazo de los otros, de los llamados españoles. En algunos casos se trata de estupideces aparentes, como la exitosa liquidación del toro de Osborne de los solares patrios.
En otros casos, se trata de algo más serio: la erradicación de las aulas de algunas universidades de cualquier atisbo de españolismo, que incluye tildar de fascista a gente como Fernando Savater, Jon Juaristi, Arcadi Espada o Rosa Díez.

En alguna universidad de Catalunya no puede hablar, sin llevar protección, un demócrata que se la juega todos los días como Antonio Basagoiti, pero sí puede hacerlo, envuelto en mimos y aplausos, un colaborador de los asesinos como Arnaldo Otegi. Parece una provocación que inaugure las fiestas de la Mercè la escritora Elvira Lindo, y ha sido muy costoso que se invitara a hacerlo a Jaume Sisa.
Lo grave no es que haya un ámbito social desde cuyas filas se propicie, más o menos abiertamente, semejante cosa (que es grave), sino que su discurso se convierta en un discurso que otras formaciones de claro origen democrático asumen de forma pasiva, para no quedarse a la retaguardia del progresismo nacional.
Y se producen hechos tan absurdos como el que la gestión de un aeropuerto lleve a una discusión identitaria, desplazando su carácter democrático o administrativo. Con la más que razonable demanda sobre las balanzas fiscales ha pasado lo mismo.

La desaparición política de ETA nos va a complicar la vida, entre otras cosas porque, como señala Joseba Arregi, hay que gestionar no solo su último papel, sino todo lo que ha significado durante muchos años. Pero nos la va a simplificar en otros terrenos, como, por ejemplo, el de poner a muchos en su sitio. A los que no han optado por la violencia extrema, pero practican cada día un discurso xenófobo que se soporta solo porque no pregona la muerte de los otros; que se conforma con que vayan al destierro o callen una de sus lenguas.
Tropelías como la de la piadosa gestión con ETA para que no matara en Catalunya han pasado como si tal cosa, como si no significaran el rechazo a los otros que está en los catálogos de la Europa de la posguerra, la que tomó conciencia de sí misma después de los campos de exterminio.

viernes, 23 de abril de 2010

¿Y si el mal fuera el catalanismo?

Antonio Robles en Libertad Digital.

¿Por qué todo es tan previsible? El catalanismo ha llamado a arrebato. Ya sabe que el actual Tribunal Constitucional no legitimará al actual Estatuto. En su interpretación más benévola, 14 artículos eran rechazados y 25 interpretados. Y aún así, la ponencia fue rechazada.

Los catalanistas han tomado nota, cualquier otra sentencia será peor. Y como un mal perdedor, recurren a una vieja treta antidemocrática: desautorizar al tribunal cuando el resultado se prevé inevitablemente adverso. En el trapicheo esperan alcanzar dos ventajas: lograr imponer magistrados de su cuerda después de desacreditar a los actuales, y ganar tiempo, sobre todo ganar tiempo. En el primer caso, caen en la misma deslealtad que critican. En el segundo, pretenden consolidar por acumulación de tiempo lo que previsiblemente la legalidad constitucional no le garantizará.

El primer amago para deslegitimar al Tribunal Constitucional lo lanzó Artur Mas a la prensa en el 2008 con motivo de un revuelo mediático en el que se lanzó el temor a una sentencia adversa contra el estatuto. Poco a poco se fueron sumando a la descalificación el resto del catalanismo. Cada uno con su partitura particular, pero todos con el mismo guión. Hasta completar una desvergonzada rebelión contra las instituciones constitucionales. O sea, contra España, que de eso se trata.

El fracaso de la historia de España como nación democrática ha llegado siempre de la falta de respeto a las normas legalmente establecidas. Las asonadas militares pudieran parecer las máximas culpables, pero hay otras no menos perniciosas que siempre las precedieron. Todas nacidas de la escasa cultura democrática española, como el nulo respeto por las normas establecidas y la falta de tolerancia ante la derrota. Este es un caso diáfano. Rompo la baraja porque la partida arruina mis expectativas.

No lo duden, la nueva puesta en escena del catalanismo, de todo el catalanismo (el mediático, el cultural, el religioso, el político y el deportivo) será la cruzada contra la legitimidad de los diez magistrados. Reuniones, pactos, manifiestos, editoriales conjuntos, aquelarres teatrales en el Parlamento, amenazas y chantajes, un enjambre de articulistas, cantautores y oenegés liderados por el Dret a Decidir y mucha TV3 y más radio, incluso un mosaico en las gradas del Camp Nou para plasmar en colores lo que la realidad les niega. Las vísceras de la nación contra los derechos cívicos de los catalanes. O sea, albañiles, camioneros, asistentas y cajeras, maestras, fontaneros, cocineros, vendedores, enfermeras, camareros... ¡ay!, ese 64 % de catalanes que ni votaron el tuneado del estatuto, ni llorarán su baño de realidad. Todo precedido de duras descalificaciones, la última del mismísimo expresidente Jordi Pujol: el TC "no merece ni confianza ni respeto". Y el actual, José Montilla, dispuesto a minar su credibilidad a través de una declaración solemne del Parlamento de Cataluña. Diagnosticado el resultado, es urgente dar argumentos a los ciudadanos de Cataluña para justificar el desacato masivo a la futura sentencia. Y a seguir viviendo del negocio nacional. De momento ya ha llegado a pactar los siguientes disparates con Artur Mas: recusar a los magistrados que hayan excedido su mandato, declarar que el Constitucional se declare incompetente para juzgar el Estatuto e impedir que pueda juzgar cualquier Estatuto aprobado en referéndum. Ni tienen vergüenza, ni respetan las reglas democráticas más elementales. Con una irresponsabilidad difícil de catalogar, minan el prestigio de las instituciones que les garantizan la legitimidad de sus cargos. Por ese camino los nacionalistas saben dónde quieren llegar, pero Montilla y el PSC sólo huyen de la quema sin darse cuenta que cuando tengan la necesidad de volver la vista atrás, habrá desaparecido el camino.

En estos últimos años, se ha contrapuesto la legitimidad y la moderación del catalanismo a los excesos del nacionalismo y el independentismo. Pero ha sido el catalanismo quien los ha engendrado y quien ha otorgado privilegios a unos catalanes y nos ha privado de derechos a otros. Nos hemos dado coartadas, el mal venía de los excesos nacionalistas. A salvo quedaba la voluntad cultural del catalanismo para recuperar señas de identidad y derechos arrebatados.

Es posible que nos hayamos equivocado. Habrá que empezar a preguntarse en voz alta si el mal es el propio catalanismo. Legitimado por 40 años de franquismo, olvidamos que la raíz de su doctrina es racial y profundamente integrista. Él nos ha traído hasta aquí. Él ha sido y es, hoy más que nunca, el caldo de cultivo donde han fermentado emociones en detrimento de procedimientos políticos racionales. El catalanismo es la coartada donde han sobrevivido todos los espectros reaccionarios superados por la Revolución francesa, la Ilustración y los Estados de derecho. De ahí su inclinación romántica por los derechos históricos, su prioridad por el territorio frente a los derechos individuales de los ciudadanos, la imposición de la lengua única como signo de identidad nacional, la asimetría judicial, territorial, económica y fiscal frente al bien común que la Constitución avala, el derecho a la diferencia frente a la igualdad de derechos y obligaciones de todos los españoles. De ahí su obsesión por remarcar y crear diferencias en lugar de buscar empatías. Al final, la filosofía de fondo nos deja una atmósfera reaccionaria y antigua, tramposamente presentada con fórmulas de rebeldía y libertad nacional. Una modorra de la que hemos de despertar.

Ese caldo de cultivo es de naturaleza emocional; legítima, sin lugar a dudas, pero como todo lo sentimental, nunca debiera haber excedido el derecho individual a sentirla y vivirla como mejor convenga a cada cual. Jamás debiera haber sido instrumentalizada con el fin de convertirla en materia jurídica y política. Y menos aún para fundamentar esencias nacionales, y de ellas extraer las justificaciones para excluir al resto de catalanes por querer vivir su catalanidad bajo los principios de la ciudadanía constitucional.

Quien tenga valor para plantearlo así, se habrá de enfrentar a una sociedad altamente intoxicada, pero también habrá dado el primer paso hacia la salida del laberinto. Deberá aceptar los costes electorales de los pioneros, pero habrá hecho un servicio impagable a la igualdad de todos los españoles y al Estado.

El catalanismo tiene derecho a existir, pero ninguno a excluir al resto de catalanes de su ciudadanía y de su catalanidad. El catalanismo no es la esencia de Cataluña, sino su parte integrista. El catalanismo ha de democratizarse, dejar su esencia sentimental y aceptar las reglas del liberalismo político, como la tolerancia y el pluralismo cultural, ha de aprender a incluir, no a excluir para ser. Por eso es preciso plantarse, hacerle un pulso democrático sin temor a ser considerado anticatalán: muy al contrario, ese será el primer paso para recuperar el orgullo de ser catalanes sin tener que ir por la vida humillando o siendo humillados.

Desenmascarar su naturaleza antiliberal, no será sencillo. Serán necesarias altas dosis de pedagogía y salvar de su desvarío los legítimos derechos culturales y lingüísticos que ha secuestrado para abrir zanjas entre unos catalanes y otros y entre unos catalanes y el resto de españoles. No será fácil separar, hacer comprender a todos los que de buena fe creen ver en él el instrumento para defender con eficacia la lengua y cultura propias, que esos y otros derechos quien los garantiza de verdad no es la quimera de una nación romántica futura, sino el Estado de Derecho que todos nos hemos dado y que garantizan las reglas constitucionales. Precisamente esas reglas que quieren romper una vez más, como vulgares españolazos.

Se acabó el tiempo de los complejos. Los gestores del catalanismo en Cataluña son una oligarquía política profundamente antidemocrática. Cuanto más pronto nos demos cuenta, antes y con menos costes devolveremos la comunidad autónoma de Cataluña a todos los catalanes. Por eso, los catalanes hemos de hacer un pulso democrático al catalanismo. Empezando por denunciar el golpe institucional contra el Tribunal Constitucional.

lunes, 5 de abril de 2010

La Catalunya triste y malhumorada del PSC

No nos dejemos engañar por una libertad de voto que en realidad es un No a los toros en Catalunya. El PSC es una maquinaria electoral perfectamente engrasada, ganan votos de un lado y de otro, pero no nos dejemos engañar. El PSC va por las casas regionales, por las peñas taurinas, por la Feria de Abril vendiendo motos. En realidad el PSC quiere una Catalunya triste, malhumorada, gritona y maleducada...Una Catalunya donde las libertades individuales no existen.
Los diputados del PSC que son taurinos, como mi paisano David Pérez, deberán salir de Catalunya para seguir disfrutando de su afición, ahora entenderán a todos los catalanes que han tenido que huir para que sus hijos sean educados en castellano.



jueves, 1 de abril de 2010

Catalanes y españoles de mierda.


Recientemente en el programa de Tele 5 "La Noria", su presentador Jordi González explicó que durante la negociación del Estatut en Madrid la gente le decía catalán de mierda. Entiendo que cuando dice "la gente" se refiere a algún energúmeno, no a la "gente" en general, aunque le entiendo... Siento que Jordi haya sufrido esos insultos inmerecidos en un momento determinado pero yo le puedo explicar que durante la campaña del Estatut cuando estaba en Ciutadans de Catalunya, después en Ciutadans y ahora que aún recuerdan que he estado en Ciutadans, los insultos de "Español de mierda" son constantes.
Doy la razón a Jordi González cuando afirma: "que te llamen catalán no es un insulto, es un honor". Y añado que te llamen español, también.

martes, 30 de marzo de 2010

Petrolingüismo o cosa de rocas.

La opinión de José Domingo.

En el año 2011 se elaborará el censo de población y viviendas que realiza cada diez años el Instituto Nacional de Estadística. El carácter exhaustivo del censo permite que los datos obtenidos no estén sujetos a limitaciones derivadas de la probabilidad estadística como en las encuestas o estudios de muestreo. Por eso, el censo es el instrumento adecuado para conocer, entre otras variables, la realidad sociolingüística en un territorio y las Naciones Unidas recomiendan la inclusión en los cuestionarios de preguntas sobre la lengua de identificación de la población (lengua materna, lengua propia y lengua habitual).

En este mismo orden de factores, la Ley de Política Lingüística obliga a la Generalitat a elaborar un mapa sociolingüístico de Cataluña que debe ser revisado cada cinco años. Un mapa sociolingüístico consiste en identificar los idiomas y las habilidades lingüísticas (comprensión, habla, lectura y escritura) de los residentes en una determinada zona.

Si siempre es trascendental conocer estos datos, ahora es más conveniente que nunca debido a los importantes cambios demográficos acontecidos por el fenómeno migratorio en Cataluña, y los efectos de la inmersión lingüística en la educación. Sin embargo, los grupos del tripartito y CiU se han opuesto recientemente en el Parlamento de Cataluña a la inclusión de preguntas de contenido lingïuístico en el censo; consideran que con la encuesta de usos lingüísticos es suficiente (la última se celebró en el año 2007 sobre una muestra de poco más de 7100 personas), y fundamentan su negativa en su elevado coste.

Es evidente que el nacionalismo catalán no tiene interés en fotografiar ni los idiomas ni las habilidades lingüísticas de los residentes en Cataluña porque el concepto de “lengua propia del territorio” es su único referente. Estamos, por lo tanto, ante una concepción geológica de la lengua catalana que pasa por encima de los derechos lingüísticos de las personas, es la lengua el sujeto de los derechos, no los ciudadanos. Así lo argumentó la diputada de ERC, María Mercè Roca, en el debate parlamentario: “…moltes persones que viuen a Catalunya tenen com a llengua primera o llengua pròpia, o llengua familiar, el castellà, i és veritat; i moltes persones, també, que viuen a Catalunya, tenen com a llengua primera l’àrab, o moltes d’altres. Però no parlem d’això, parlem del català com a llengua que s’ha format al mateix temps que s’ha format el territori. No és cap troballa ni és cap invent d’ara mateix, la llengua catalana ha nascut aquí i s’ha anat configurant en un país que s’ha configura alhora amb la llengua. Li ho repeteixo: podran haver-hi milions de persones a casa nostra que tinguin com a llengua primera o familiar qualsevol dels centenars de llengües que es parlen avui dia aquí, però només el català és la llengua és la llengua pròpia, només el català és la llengua territorial de Catalunya.”

Es decir, el hecho de que el castellano pudiera ser sociológicamente la lengua de la mayoría de los catalanes no constituye ninguna fuente de derechos para los ciudadanos que la hablan, puesto que en Cataluña lo trascendental es la lengua petrea, es decir, la conformada por el territorio. Después de analizar las clarificadoras palabras de la diputada Roca, habrá que revisar conceptos. Lo sustancial no es la sociolingüística, que es la disciplina que se ocupa de las relaciones entre lengua y sociedad, sino la petrolingüística porque lo fundamental es el análisis de las propiedades químicas, minerológicas, físicas y cronológicas de la lengua catalana con el territorio en el que se formó. Ya ven, la cuestión de la lengua a la que tantas y tantas páginas se le han dedicado es sólo una cosa de rocas.

sábado, 27 de marzo de 2010

Somos carísimos

Arcadi Espada en El Mundo.


Un lema de la derecha al principio de la transición: «Las autonomías son caras.» Era insidioso. Se le daba un respuesta doble. Primero irónica: «Sí, lo realmente barato es la dictadura». La otra aventuraba un contraataque concienzudo: «La gestión más próxima de los servicios abaratará su coste». Esto último era la aplicación del principio de subsidiariedad: entre las instituciones que puedan gestionar una competencia debe elegirse la más próxima al ciudadano. Treinta años después tiembla la infalibilidad de ese principio. No parece indiscutible la libertad con que los ayuntamientos turísticos han gestionado su suelo; tampoco que los gobiernos autonómicos deban tener la última palabra en la fijación de los contenidos educativos; que una policía con sede autonómica sea más eficaz que otra con sede en la capital del Estado; ni siquiera que la subsidiariedad pueda aplicarse sin traumas en leyes como la de Dependencia.
Nadie puede dudar, en cambio, del gran éxito político-sentimental de las autonomías españolas. Cualquier región ha hecho de su identidad un asunto prioritario. Esto ha complacido al pueblo: de pronto les pareció más importante y agradable ser gallego o canario que español, y se pusieron. No ha salido gratis. Todo el que ha criado sabe que el Ser cuesta mucho dinero. Puede que haya dado de vivir a diseñadores, publicistas, filósofos y cocineros: lo discutible es si la inversión ha sido rentable al margen de la sentimentalidad satisfecha. Es decir, si el Ser es una empresa rentable, competitiva, más allá del circuito cerrado de la subvención pública. Hemos formado especialistas en el Ser; pero no es fácil saber dónde vamos a venderlos.
La televisión es un buen ejemplo. En Cataluña operan cuatro canales de televisión pública y yo qué sé cuántas radios. ¿Hay algún otro caso similar en el mundo? La solución, además, es dificilísima. No parece probable que la televisión pública española desaparezca. Pero tampoco la autonómica, desde luego. El ser catalán ha sido gracias a ella. Todo el mundo (¡hasta Felipe González!) sabe que España ha vivido por encima de sus posibilidades. Bien: ahora que lo sabemos podemos precisar un poco: ¿Cataluña da para tener cuatro canales públicos? La ministra Salgado acaba de pedir 10.000 millones de ahorro a las 17 autonomías. Bien está. ¿Qué le pasa a esa cifra cuando se pone en contacto con algunas cifras catalanas? ¿Con los 335 millones que la Generalitat gastará en sus medios en 2010? ¿O con los 31 de la publicidad institucional, es decir, gastados en el Ser tripartito? Probablemente para reducir el déficit haya que tocar el gasto social ¿Pero en qué proporción exactamente?
Es evidente: España no puede pagar su problema.

lunes, 22 de marzo de 2010

Jactancia

Sabino Méndez en La Razón.
Al pasarme la vida en el AVE, he tenido la oportunidad de asistir en directo a cómo se recibía en mi Barcelona natal la noticia de que Madrid la ha superado por primera vez en producto interior bruto. El izquierdismo decorativo que por allí se practica se ha quedado con el ánimo a la altura de los calcetines. El catalanista medio, criado en la delirante creencia de Pujol sobre que a Cataluña le corresponde una posición de preeminencia cultural, política y económica sobre el resto de España porque somos más cultos y más listos, vaga por las calles con un estupor letárgico. Tal absurda idea, sobreentendida día a día durante casi tres décadas, había ido ganando empuje y velocidad en el pujolismo como si fuera una gran ronda ciclista por etapas. Pero, en un plano un poco más terrestre, resulta que, finalmente, en el resto de España también había gente que trabajaba y pensaba y, bien mirado, a no ser que no fuéramos algo racistas, no había motivos para pensar que siempre iban a ir por detrás en la lista. Ahora, a ese lamentable nacionalismo de indocumentados sólo le queda la posibilidad de esgrimir supuestas conjuras contra ellos, sea Endesa o Madrid el inventado culpable.

La jactancia nacionalista es un tipo de jactancia colectiva. Es una jactancia que perjudica a la propia colectividad en la medida que no le permite medir el valor real de sus propias fuerzas. Es un convencimiento íntimo, sin fundamento sólidamente comprobado, sobre la superioridad de la propia valía que hace embarcarse en proyectos inservibles, dilapidadores o que niegan la realidad cotidiana. Cualquier nacionalismo es una empresa narcisista, y el narcisismo siempre está condenado a la desilusión porque no se puede tener éxito ignorando que las gentes quieren ser cosas muy diferentes a nosotros.

Independientemente de lo que cada uno quiera ser, lo claro es que, por encima de todo, las personas nunca querrán ser forzadas a ser nada que ellas no quieran.

sábado, 20 de marzo de 2010

Banderas al viento.

Jesús Royo en La Voz LIbre.

Barcelona es una ciudad de banderas al viento. "Al vent, de cara al vent", que decía Raimon. "Al sol, de cara al sol", respondían los falangistas, otros enamorados del ondear de las banderas, aunque les añadían botas y correajes. Barcelona fue un mar de banderas -y perdonen el tópico- en el 31, cuando Maciá proclamó el Estat Català dentro de la República Española desde el Palau de la Diputación. Lo fue el 36, en la Olimpíada Popular; el 53, en el Congreso Eucarístico, y en las 'manis' de la Transición. Unamuno se reía de nosotros en su poema 'L'aplec de la protesta', porque "seréis siempre unos niños: os ahoga la estética". Pero en las convocatorias abertzales hay más banderas que personas. Y Aznar tampoco se quedó corto con su 'peasobandera' en la plaza ésa de Madrid. Ahora en Cataluña, ya te encuentras la señera en el 'pastís de la Diada', en la 'pizza catalana', en las pegatina de 'felicitats' y en el lacito de los ramos de flores. Tanto banderamen ya carga, la verdad. Pero bueno, mientras sea así, es inofensivo, y "hay gente pa tó", que dijo el torero cuando le presentaron al filósofo.

Pero quiero comentar hoy las dos 'manis', la de Madrid y la de Barcelona, de los sindicatos contra la 'propuestaza' -nunca decretazo, dijo Zapatero- de la jubilación a los 67 años. En Madrid había pocas banderas, las de los convocantes y alguna bandera roja. Pero ninguna bandera española: y si hubiera habido alguna, hubiera sido la tricolor republicana, con su faja morada. En Barcelona, en cambio, en la misma 'mani', banderas a mogollón, algunas rojas, pero la mayor parte banderas catalanas, con las cuatro barras. Ni una bandera española. De Europa, tampoco. En los congresos del PSC, la cuatribarrada está en todas partes, pero la rojigualda recibe un estruendoso silencio. ¿No es hora ya de revisar las preferencias banderiles de la izquierda?

La gente de izquierdas le tiene -le tenemos- una prevención a la bandera bicolor, la rojigualda. La aceptamos porque lo dice la Constitución, como un deber, como la corbata en el trabajo: pero nada más. ¿Por qué? Son heridas que vienen aún de la guerra civil. Se la identifica con el bando nacionalista: era la bandera de los sublevados. Pero eso no es cierto: Franco la usó para encubrir su delito de rebelión y con eso la ofendió más que nadie. El golpe franquista se dio con la bandera republicana, y fue la bandera rebelde durante mes y medio: cuando vieron que el golpe había fracasado y se transformaba en guerra civil, los sublevados adoptaron la bicolor para congraciarse a los monárquicos. En realidad, la bandera española tiene un origen modesto y funcionarial: a medida que se implantaba el Estado unitario -siglo XVIII-, y ante la necesidad de un emblema distintivo del Estado, Carlos III, mediante concurso, adoptó la bandera actual, que recordaba a la de Nápoles, de donde él mismo provenía, la cual a su vez reflejaba las cuatro barras de Aragón. Era sólo bandera de la marina: hasta mediado el siglo XIX no fue adoptada como bandera del Estado por Isabel II. Fue también la bandera de la I República, 'la Gloriosa'. La II República cambió una franja roja por morada, no sé bien por qué, quizá por ser el color del gorro frigio -la barretina- de la Revolución francesa. O sea que la 'rojigualda', ni es facha, ni es monárquica: es sencillamente la bandera del Estado, fruto de una decisión ordenancista sin mayor relieve. Así lo vieron Carrillo y Felipe, que no dudaron en aceptarla como la bandera constitucional.

A partir de ahí, la gente de izquierdas hace mal en alimentar viejos prejuicios. La bandera rojigualda es la bandera constitucional, la de las libertades, la del pueblo soberano. Y tiene la ventaja de no tener tras de sí, ni hechos mitológicos -como las cuatro barras de sangre del escudo del conde Wifredo-, ni representar a ninguna etnia, casta o religión. Es como un logotipo, una marca de empresa, fruto de un acuerdo sosegado y trivial. Las 'ikurriñas' y las 'señeras' tienen parte de su fuerza en que fueron reprimidas por el Franquismo. Pero eso queda ya lejos. En su contra, representan valores étnicos más bien turbios, de poca calidad democrática. En principio, las izquierdas deberíamos ser poco amigos de banderas. Pero si hay que sacarlas, tendríamos que estar más a gusto con la 'rojigualda', que con las banderas autonómicas. No hay que dejarle la bandera a las derechas, a los del toro Osborne y a los antiaborto. Para el PSC propongo un acuerdo salomónico: a partes iguales, tantas catalanas como españolas. Y aún mejor, reparto a tres, con las europeas

sábado, 13 de marzo de 2010

jueves, 11 de marzo de 2010

El Parlament era una feria

Jesús Royo en La Voz Libre.
El espectáculo que nos da el Parlament de Cataluña es sencillamente magnífico. Lejos de los debates sin sustancia de los políticos, que se repiten más que 'Verano Azul'. Es una polémica más sobre la tauromaquia, de si es tolerable o no, de si es arte o no, de si es un patrimonio a conservar o una barbaridad a erradicar. Este debate del Parlament tiene sus características propias, y quizá las más evidentes son las que no se dicen. Lo que no se dice, pero lo domina todo -y todo lo corrompe- es que es una fiesta española: luego, no es catalana. Pero señores, los toros son tan catalanes como Sant Jordi, quien mató a la fiera para liberar a la dama, como un torero a su maja. La palabra faena es un catalanismo, ¿lo sabían? Este tema es puro prejuicio, y no vamos a perder ni un minuto en ello.

Que los toros son arte, no hay lugar a dudas. Y no sólo arte, sino fiesta y ritual, o sea puesta en escena de una serie de valores sociales relacionados con la sociedad agraria: el ciclo de la vida, la sangre necesaria, la fundación de la ciudad. Que son crueles, también es una evidencia; hay sangre, gemidos, agonía. Y que son de alto riesgo, también está claro: todos los toreros llevan en su piel el mapa de sus percances. Las opiniones que niegan que los toros sean arte -'sólo tortura'-, que sean crueles -'el toro no sufre'- y que sean arriesgados -'todo es comedia'- son posturas insostenibles, y también me las voy a saltar.

El debate interesante es sobre la crueldad, si es tolerable o no. Hay quien dice que no, absolutamente. Lo cruel es inhumano, y si de ello se hace un espectáculo, entonces ya es degradante. Tenemos un deber de solidaridad con los animales, que nos impide hacerles sufrir para obtener un placer prescindible, como es el estético. Puede que los toros sean arte, igual que hay arte en una película de criminales, pero sería inmoral llevar a cabo un asesinato para filmar una película. Ésa es, en síntesis, la posición de los antitaurinos. Proponen la abolición de los toros por motivos éticos, por la dignidad de la especie humana: el día que se logre será un día memorable.

Otros, entre los que me cuento, creemos que la crueldad en los toros sí está justificada. Hay que situarla junto a otras crueldades con seres vivos, que quizá no advertimos: el exterminio de animales y plantas competidores -plagas-, la explotación o modificación genética de especies útiles, la experimentación científica, la caza y la pesca, la cocina. La crueldad está en todas las facetas de la vida. Para alimentarnos debemos matar siempre, sean animales o vegetales: todo lo que comemos, excepto el agua y la sal, antes ha estado en el cuerpo de otro ser vivo. Podemos curar nuestras enfermedades porque antes se las hemos inoculado a inocentes animales para probar fármacos en ellos. Y para gozar de un cierto nivel de confort, no dudamos en diseminar venenos químicos en poblaciones de moscas, cucarachas y ratas. Por cierto, las ratas son parientes nuestros mucho más cercanos que los toros. Pues bien, todas esa operaciones son mucho más crueles que la lidia del toro. ¿Lo insoportable es que se vea sangre? ¿O que sea un animal grandote? ¿O que, si se me permite el abuso, recuerde al Oso Yogui? En el repudio a la crueldad a veces se advierte una visión buenista de la naturaleza, una negación de la dureza de la vida, una ignorancia deliberada de la muerte como algo cotidiano.

Si la crueldad es justificable en algunos casos, habrá que ver por qué la de los toros no. Según los abolicionistas, es crueldad gratuita, sin objeto, o sólo como espectáculo morboso. Pero entonces la carga de la prueba recae sobre ellos: ellos tienen que demostrar que la emoción de los taurinos no es artística, y que todos los espectadores son sádicos. Los taurinos, por su parte, han de justificar que el arte que se obtiene, la belleza, compensa la crueldad del proceso. Igual que el conocimiento obtenido en la experimentación científica. O el provecho culinario, o la utilidad de una siesta sin moscas, en otros procesos crueles.

Está claro que no cualquier beneficio justifica la crueldad. La crueldad sobre seres humanos es totalmente inaceptable: por eso prohibimos los castigos físicos, las mutilaciones de toda índole, los duelos, los gladiadores y la pena capital. Aún falta por prohibir la guerra, la madre de todas las crueldades. En el trato al animal, parece inaceptable la crueldad de las peleas de gallos o de perros, sólo para cruzar apuestas. Y aún discutiríamos si se justifica la hipertrofia del hígado del pato para obtener la delicia del foie.

Pero a mi entender, es difícil dudar de la nobleza de la lidia del toro bravo. Se trata de un sacrificio, heredero de los antiguos ritos de fecundación de la tierra con la sangre derramada. El toro debe morir, como todos los toros, pero en vez de ir al matadero, aprovechamos para darle a su muerte un contexto de pelea, acorde con su instinto, una lidia. No es un simulacro, no se trata de dilatar la muerte del toro para darle ocasión a que crea que se defiende. No. A cambio de la muerte del toro en lidia, el torero pone también su vida en juego. Ahí está el dramatismo, que no se trata de un ballet, sino de una realidad en crudo: los cuernos son verdaderos, como las femorales del maestro. El juego de citar al toro y burlar la embestida mediante un trapo es un acto artístico de primer orden, es la celebración primordial de la cultura: artificio frente a la naturaleza. Es una fiesta llena de símbolos: el chivo expiatorio, el crimen originario de la sociedad, el laberinto del Minotauro... Nada de bárbara: según decía García Lorca es la fiesta más culta del mundo. Quién sabe.

domingo, 28 de febrero de 2010

¿Es corrupción o simplemente buena formación?


Tras ver como cargos del PSC visitan Soto del Real, podríamos decir que estamos ante un claro caso de corrupción. Pero si sabemos que el secretario de formación del PSC es Josep Maria Sala y recordamos que pasó una temporadita en Can Brians por el asunto Filesa, podríamos afirmar que no es corrupción sino una buena formación.

martes, 23 de febrero de 2010

Hollywood, doblaje y protesta al catalán.

http://impulso-ciudadano.blogspot.com/2010/02/hollywood-doblaje-y-protesta-al-catalan.html


Juan Antonio Cordero en el blog de Impulso Ciuadadano.




Respecto a la información publicada en Libération el 16 de febrero de 2010, « Hollywood, doublage et tollé catalan », me gustaría hacer algunas precisiones, en tanto que lector del diario y ciudadano catalán interesado en la cuestión:


La noticia define el catalán como la lengua « comprendida por más o menos el 85% de los 7 millones de Catalanes ». En realidad, sólo el 56% de Catalanes conocen propiamente esta lengua (eso implica las cuatro competencias básicas: entender, hablar, leer y escribir), contra un 90% de Catalanes que hablan, entienden, leen y escriben con fluidez en castellano o español (datos de la Encuesta lingüística de Cataluña, 2007, Idescat). Esto significa que la sociedad catalana es una sociedad bilingüe, en la que mucha gente maneja las dos lenguas oficiales (español y catalán), pero que es mayoritariamente hispanohablante (Encuesta de usos lingüísticos, 2008, Idescat). Esta situación explica la escasa presencia "natural" del catalán en las salas de cine, debida a la débil demanda de la población.


El texto explica también que en los últimos diez años, el catalán ha conocido un amplio auge debido a la « vigorosa política de promoción y subvenciones » por las autoridades locales. Hay que hacer notar que la política lingüística sobre el catalán tiene una fuerte componente nacionalista e identitaria y se ha desarrollado sin interrupción desde 1980, pero no se ha limitado a la simple promoción de la lengua. Al contrario, está orientada a la exclusión completa del castellano y a la prohibición de hecho de su uso oficial, sobre todo en el ámbito de las AA.PP. regionales y locales: así, el catalán se ha convertido no sólo en lengua obligatoria, sino también exclusiva en la rotulación oficial, en la educación (donde los profesores pueden incluso ser penalizados si utilizan el castellano para dirigirse a los alumnos) y los medios de comunicación públicos regionales y locales (sobre todo, TV3). En este contexto, el proyecto de ley sobre el doblaje de las películas forma parte de una campaña más amplia para extender progresivamente al conjunto de la sociedad y a las relaciones privadas entre individuos la exclusión del español que ya se ha producido en la Administración sub-estatal y en los servicios públicos correspondientes. De nuevo, la sanción y el castigo, junto con la disuasión económica, juegan un papel esencial en la estrategia: aparte de la ley sobre el cine, los propietarios de comercios y PyMES que tengan sus rótulos en castellano y no en catalán se exponen a multas de hasta 10000 euros.


El artículo constata que la política lingüística de las autoridades locales catalanas irrita « la esfera mediático-política de MAdrid » y, en el caso concreto del proyecto de ley sobre el cine, ha puesto « al mundo del cine en Cataluña [..] en pie de guerra ». Pero el malestar y la contestación provocadas por las tentativas del poder regional de erradicar el castellano no han cesado de aumentar en los últimos años, y alcanzan en la actualidad una parte significativa y creciente de la sociedad civil catalana. De momento, la política de exclusión lingüística es combatida por varios partidos políticos a izquierda y a derecha, por numerosas asociaciones críticas (entre ellas, la asociación a la que pertenezco, Impulso Ciudadano) e incluso por corrientes socialistas disidentes del PSC (fuerza mayoritaria de la coalición gubernamental).

El escenario social y político catalán está marcado por una fuerte crisis económica y social (Cataluña es la región española con una de las mayores tasas de destrucción de empleo y de tejido productivo), la creciente desconfianza de los ciudadanos respecto a las instituciones autonómicas y las élites nacionalistas, las crisis de socialistas e independentistas y las malas perspectivas electorales de la coalición en el poder para las próximas elecciones regionales (previstas en noviembre de 2010). En este contexto, el endurecimiento del régimen lingüístico y del tono identitario es un último intento de evitar la derrota y desplazar cueste lo que cueste el centro de gravedad del debate político catalán de la cuestión social, donde el balance gubernamental deja mucho que desear, al tema lingüístico-identitario, donde la mayor parte d ela clase política regional se siente mucho más cómoda. Incluso aunque ello implique la creación de nuevas fracturas y problemas sociales allí donde no existían.

sábado, 20 de febrero de 2010

El asco justifica el odio

Jesús Royo en La Voz Libre.

Acabábamos el artículo anterior -'España me da asco'- preguntándonos cómo puede dar asco un país. Y sobre todo, quién gana con ello. No logro entender que España -o Euskadi, o Cataluña, o el desierto del Sáhara- pueda dar asco. A un país puedo admirarlo o censurarlo, ponderar sus costumbres, sus fiestas, su paisaje o su clima, o discrepar de su sistema de vida, desear ir a él o huir de él, pero... ¿asco? ¿Cómo puede ser que dé asco un país? Y sin embargo, gran parte del nacionalismo periférico español se basa en ese 'España me da asco'. El nacionalismo es una administración del asco, redireccionándolo hacia 'el otro', el enemigo, el extranjero. Evidentemente no es un asco innato, sino inducido, aprendido. Quien siente asco por España no es porque España sea asquerosa, sino porque él se entrena, o peor, alguien lo entrena.

Hay ascos que quizá sean innatos en el hombre: lo viscoso, el tacto frío de la serpiente, el olor del vómito, etcétera. Pero, y ahí está el quid de la cuestión, el asco se puede educar. Se puede desviar hacia objetivos de lo más variopinto, de manera que las cosas más inocentes se vuelvan asquerosas. El doctor Alsina, profesor de Filosofía de Barcelona, un tomista de tomo y lomo -nunca mejor dicho-, nos decía: "Si yo no fuera tomista debería ser spinoziano. Pero Spinoza me da asco". Yo me preguntaba, ¿cómo puede dar asco un filósofo? Ahí está la fuerza del asco como educador: si queremos que alguien se aparte de algo, basta con hacer que le resulte asqueroso. Sentirá una aversión irreprimible, no le verá ni sombra de bondad, todos los males los atribuirá a su contacto o a su influencia. Un buen asco vale por todo un tratado de razonamientos. Así se han generado los ascos culturales: a los negros, a los moros, a los franceses, a la derecha, a los comunistas, a los nazis, a los judíos, a los borrachos, a los drogadictos, a la burguesía, al dinero...

O a España. El nacionalismo catalán -y supongo que también el vasco, aunque no lo conozco tanto- es en un 90 por ciento pura hispanofobia. Como hay poco que afirmar, se opta por negar: 'Catalonia is not Spain'. Y Spain es todo lo horrendo: es pobre, atrasada, anárquica, holgazana, atávica, ladrona, estúpida, africana. Y en consecuencia, da asco. Y como España da asco, 'español' es un insulto. En ese escenario, quien se atreva a definirse español es, o un temerario, o un tonto. O una sabandija facha. Y a las sabandijas, a las ratas asquerosas, hay que eliminarlas. Fíjense lo que consigue el asco: justifica el odio y enaltece como un héroe al violento que limpia la sociedad de alimañas. En vez de alimañas, ponga usted comunistas -para Rambo-, judíos -para Goebbels-, moros -para el Capitán Trueno-, fachas -para un progre barato- o españoles -para un nacionalista vasco o catalán- y se explicará muchas cosas. Se explicará, por ejemplo, la terrible pintada: "Matar (X) no es un delito, es un deporte". O aquella otra: "(X), haz algo bueno por la humanidad: suicídate". La equis vale para todas las variables anteriores y muchas más.

Si eres o has sido víctima de ese asco nacionalista hacia España, debes ponerte urgentemente en tratamiento. Primero, conocer: paséate por España, habla con españoles, comprueba que hay alguno que es inteligente, incluso más inteligente que tú; luego intenta oírte a ti mismo hablando en castellano, que no mancha, y empieza a sentirte ridículo con un prejuicio tan absurdo. Cuando tengas una idea positiva y fraternal de España y de los españoles, tus convicciones nacionalistas -si aún las tienes- empezarán a ser válidas y respetables. Por lo contrario, si se basan en el asco irracional, y encima aprendido en la escuela o en el esplai, lo siento amigo, perdóname que sienta algo de lástima por ti. Madura un poco. Libérate de tus ascos: aún estás a tiempo.

viernes, 19 de febrero de 2010

"España me da asco"

Jesús Royo en La Voz Libre.
Menuda se ha armado con mis dos últimos artículos, en los que expliqué que Cataluña es la región más española. En parte es lo que pretendía: ya avisé que yo no creo en lo de 'ser más español' o 'más catalán'. Se es o no se es, y basta. Cataluña es española y punto: como Extremadura, Asturias o Euskadi. Y si deja de serlo algún día, pues ya no será española, y punto. No hay mayor problema. Pero se trataba de un juego: juntar en una misma frase Cataluña, región y española es demasiado para los estómagos nacionalistas. Y han saltado, vaya si han saltado. Han tomado el foro por sus fueros, han hecho proclamas, han jurado vengarse y limpiar el nombre mancillado de la patria, han gritado irrintzi y han agitado banderas al viento. Lo previsible.

Como ejemplo, la primera intervención del foro de uno que firma EUSKADI: "Jesús Royo, además de ser retrasado mental, subnormal, Pepero, y mentiroso, [...] eres un SUCIO Y PATÉTICO ESPAÑOL. España me da asco y todo por gente como tu. Vosotros los ultranazionalistas españoles estáis consiguiendo que el odio crezca cada vez más entre españoles, vascos y catalanes. Te vuelvo a repetir: por gente como tú mi odio a España aumenta cada día más y más... GORA EUSKADI ASKATUTA. VISCA CATALUNYA. PUTA ESPAÑA DE MIERDA".

Y muchos otros comentarios de un tenor parecido. Paso por alto los insultos, que nada dicen del insultado, sino del insultante, pobrecillo, y de paso pido perdón a los subnormales y los peperos, que no tienen culpa ninguna de que alguien me relacione con ellos. Pues eso: tengo los insultos por no dichos. Pero para tu información, EUSKADI, y que otra vez no metas la pata, sepas que soy catalán, socialista y profesor de Lengua catalana. Y está feo eso de tomar el nombre de Euskadi en vano.

Pero el tal EUSKADI me ha proporcionado el tema sugerente: el asco. A mi querido insultador España le da asco y, por eso, su odio a España aumenta cada día más y más. Y lo expresa con el salivazo final: "Puta España de mierda". Bueno, yo creo que no es un tema baladí. Estoy seguro de que en el fondo del nacionalismo -y de otras perversas prácticas sociales- reside el asco.

El asco es una sensación de repugnancia que impide el contacto con lo asqueroso. Es un mecanismo biológico para reforzar la conducta de huída ante lo peligroso: sentimos asco ante la materia pútrida, porque a menudo está llena de gérmenes patógenos. O ante determinados animales -arañas, serpientes, ratas- que van asociados a venenos o enfermedades. El asco se asocia más a los sentidos primitivos: el tacto, el gusto y el olfato. Porque el propio asco es una respuesta automática, involuntaria, a nivel del cerebro más arcaico y reptiliano. Los ruidos y las visiones pueden dar miedo, pero raramente dan asco. Entonces, ¿cómo puede asociarse una conducta tan primitiva, el sentimiento de asco, a todo un país, a un grupo humano, a una idea? Y sobre todo, ¿quién gana con ello? Seguiremos...

lunes, 15 de febrero de 2010

Cataluña, la región más española. (II)

Decíamos en el artículo anterior que Cataluña es España desde hace 2.228 años, con una interrupción de 90 años, en los que fue del Califato. Ninguna otra región lo ha sido durante tanto tiempo. Pero sigamos con la historia. Ya en época moderna, Cataluña quiso independizarse de España -Guerra dels Segadors- en la gran crisis de 1640, junto con Portugal y Andalucía. Sólo lo consiguió Portugal, que también era parte de la Hispania romana y visigoda. La Guerra de Sucesión, que acabó el 11 de septiembre de 1714, no fue de independencia, sino entre dos aspirantes al trono de España, Felipe de Borbón y Carlos de Austria. El Reino de Aragón apostó por el Austria y perdió: no se derrotó a un país, sino a una causa, la del austracismo. El nuevo rey Borbón creó un reino de Nueva Planta unificado al estilo francés, sin fronteras interiores. Está claro que Cataluña perdió sus instituciones propias, pero también las perdieron Aragón, Valencia, Castilla, Navarra... Se puede decir que en ese momento nace España como Estado moderno: hasta entonces era una confederación con un mismo monarca.

Pese al sentimiento de derrota, Cataluña se suma al nuevo Estado porque le permite participar en la colonización de América, y lo hace con fervor y sin demasiados escrúpulos: los marinos catalanes fueron unos negreros excelentes. En América se amasaron los capitales que alimentaron luego la industrialización del siglo XIX. En la Guerra de Independencia, los guerrilleros catalanes destacaron por su patriotismo -español, por supuesto-. Luego, en el Estado Liberal, los catalanes siempre fueron partidarios de los aranceles contra los librecambistas de Madrid. O sea, mucho Estado, mucha España, y altas fronteras impermeables a los productos competidores de Europa. Se dice que nuestro ancho de vía diferente del europeo fue para evitar una invasión militar: yo creo que fue más bien contra la invasión comercial para preservar un mercado cerrado a los tejidos de Manchester, que hubieran arruinado la industria autóctona. Para Cataluña, España fue, pues, el ultramar donde enriquecerse y el mercado en exclusiva donde colocar la manufactura. España ha sido el gran negocio de la Cataluña moderna. Incluso diría que toda la Reinaixença del siglo XIX, que conducirá en el XX al catalanismo y al sueño soberanista, se basa objetivamente en la prosperidad que viene del gran negocio llamado España.

Toda esa interacción fuerte entre Cataluña y España hace que, por debajo de problemas de identificación, objetivamente Cataluña sea protagonista principal de la historia española contemporánea. El intento colonial africano -Marruecos, Guinea- tiene sello catalán: de Prim a la Semana Trágica. Incluso el fascismo español, en parte fruto del 98, se formaliza con material ideológico del Noucentisme: d'Ors sirve por igual al nacionalismo de Prat de la Riba y a la Falange. Los grandes movimientos de población de los últimos doscientos años tienen como destino Cataluña y el País Vasco: curiosamente allá donde se han creado movimientos secesionistas fuertes.

Sin duda, el nacionalismo es la respuesta del indígena al aluvión de inmigrantes, en demanda de la prioridad social. Otra paradoja: Cataluña es separatista porque es muy española. En realidad, donde hay más población española es en Cataluña, el País Vasco y Madrid. En Andalucía hay andaluces, en Murcia murcianos, en Galicia gallegos, pero en Cataluña los catalanes étnicos son minoría, la mayor parte provenimos o descendemos de todos los puntos de España. Somos tan españoles, que incluso aborrecemos lo español, siguiendo fielmente el tradicional autoodio hispánico. Creo que fue Balbontín, un exiliado republicano, escritor habitual de Cuadernos para el Diálogo, quien a la vuelta a España se hizo de Herri Batasuna "porque son los últimos españoles dignos de ese nombre". El resto, desde que nos decidimos a cancelar las banderías del pasado en la Transición, éramos unos aguachirris tibios y pactistas. ¡Bah!


La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.

sábado, 13 de febrero de 2010

La peor manera de vender un buen embutido


El pasado sábado estuve en Vic, una bonita población conocida por sus iglesias y sus embutidos. Sus carnicerías parecen joyerías y es muy recomendable echar un vistazo. Me acerco a a un escaparate donde cuelgan unas magníficas longanizas cuando de repente me asalta el vendedor, uno de esos dependientes de los que hablaba Santiago Rusiñol. De todas las maneras que tenía para venderme su embutido eligió la peor: "Els millors preus de la nació catalana i de l´estat espanyol", se lo hago repetir, lo repite y me pregunta si me ha quedado claro el mensaje, le contesto que sí y me dispongo a comprar en la tienda de al lado unas fabulosas longanizas que me vendieron unos competentes dependientes preocupados únicamente por vender derivados del cerdo y no publicitar ensoñaciones patrióticas.

miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Qué tiene Arenys de Munt que no tenga Cuenca?

Lo explica Albert Ollés en El Periódico de Catalunya.

La moda de las consultas populares no tiene fronteras, pese a que suscita igual rechazo por parte del Estado, sea el tema que sea. El ayuntamiento de la localidad de Barajas de Melo (Cuenca) quería organizar un referendo sobre la instalación de una central eléctrica de ciclo combinado en su término municipal, pero se ha encontrado con la prohibición expresa del Gobierno central, formalizada por el Consejo de Ministros. La decisión se basa en que la consulta trata un asunto «que no tiene que ver con las competencias propias» del ayuntamiento, ni tiene «carácter local».

domingo, 31 de enero de 2010

Cataluña, la región más española

Jesús Royo Arpón en La Voz Libre.

Lo digo, evidentemente, para provocar. Quien haya seguido mis artículos, sabrá que lo de ser más o muy español, o catalán, o lo que sea, es una expresión que me la trae al pairo, que no me dice nada, que para mí no tiene sentido, vamos, que me cuesta entenderla. No entiendo que Pujol sea más catalán que yo, por ejemplo, o que los toros sean más españoles que el fútbol. Me remito pues, como marco conceptual, a lo que apunté en 'se es o no se es, no mucho o poco', en esta columna el 11 de noviembre pasado. Pero supongamos, como un juego, que sí, que hay un ránking de regiones más y menos españolas. En este artículo y en el próximo pretendo dar razones de que, contra la opinión común, Cataluña es una región muy española, si no la que más. Aunque al cabo, todo sea hablar por hablar, o hablar por no callar.

Las primeras tierras que se llamaron España -palabra fenicia- fueron las del litoral mediterráneo y aparece ya en textos ugaríticos de hace más de tres mil años. Se duda sobre su significado, 'tierra de conejos' o 'tierra de metales'. Pero era una denominación geográfica. España adquiere entidad política como provincia de Roma -en realidad dos provincias, al principio-. Los romanos, vencedores en las guerras púnicas, adoptaron el nombre que le daban los cartagineses vencidos, Hispania. La actual Cataluña siempre fue parte de la Hispania romana, desde su desembarco el 218 a.C. en Empúries. Tarragona fue su capital principal durante seiscientos años. Pero la conquista romana no se coronó hasta Augusto. Tarragona y todo el litoral mediterráneo hasta Córdoba -la otra capital inicial de Hispania- fue España durante un promedio de 100 años antes que el resto.

Al caer el Imperio, España pasa a ser una entidad independiente. En tiempo de los godos, Barcelona creció en importancia y llegó a ser capital del reino, antes de serlo definitivamente Toledo. Con la invasión árabe, el reino visigodo desaparece. La antigua Hispania pasa a ser sólo un recuerdo. Pero un recuerdo persistente, que legitima la larga guerra de recuperación. La Reconquista se hizo para recuperar la legitimidad del reino visigodo. La guerra se llevó a cabo 'per Déu e per Espanya', dice el rey Jaime I. Barcelona fue reconquistada en 801, noventa años después de la invasión árabe. Mientras la mayor parte de la península era Al Andalus, Barcelona ya volvía a ser España. Toledo fue recuperada casi trescientos años más tarde. La ventaja de Barcelona sobre el resto peninsular en cuanto a 'españolidad' es de 350 años como media.

Resumiendo: somos españoles desde el 218 antes de Cristo, con una interrupción de noventa años, 2.138 años en total. Contado en años, Cataluña -o al menos, Barcelona- es la región más española. Somos 450 años más españoles que la media. El resto de España, o empezó a serlo más tarde, o dejó de serlo más tiempo.

martes, 26 de enero de 2010

Al médico privado

La carta de un lector de El Periódico de Catalunya


El otro día leí una carta de un lector que expresaba sus deseos de que el traspaso de los trenes de cercanías de Renfe a la Generalitat no significara solo una catalanización lingüística del servicio, que es lo que ha pasado, a mi juicio, con la transferencia de las competencias de educación y sanidad. Mi experiencia, y sé que la de otros muchos afectados de fibromialgia, es que si queremos tratarnos de esta enfermedad, tenemos que acudir a la medicina privada a causa de la desidia de la sanidad pública de la Generalitat.
La consellera de Salut, Marina Geli, parece estar tan ocupada alabando lo bien que funciona la sanidad pública catalana, que no tiene tiempo para contestarme a una reclamación que le hice hace unos tres meses, en castellano.

J. M. G.
Barcelona

lunes, 25 de enero de 2010

Dedicado a todos los catalanes que piensan que José Tomás es un asesino


http://www.abc.es/20091010/toros-/jose-tomas-matador-solidario-200910101700.html

El día que un triste y gritón antitaurino done 200.000 euros a la beneficiencia podrá tratar de tú a tú a este generoso artista.

sábado, 23 de enero de 2010

Cerca no es mejor

Jesús Royo En La Voz Libre


Vamos a dejarnos ya de simplezas. Una de ellas, quizá la que más duele porque ofende a la inteligencia media del español medio -o sea, que es una tontería tonta, pero tonta de capirote-, es la de que el Gobierno cuanto más cerca, mejor. "Porque el Gobierno cercano conoce mejor las necesidades del pueblo...", se añade, para acabarlo de estropear. Pues sí señores, ésta es una de las simplezas mayores que circulan, y con un éxito y una impunidad sonrojante.

Pero vamos a ver, ¿nadie ha advertido que eso es una barbaridad? En el mundo de hoy, que comemos melones -o sea, agua- traídos del Brasil y manzanas de Nueva Zelanda, todo a precios que tumban a los productos de aquí, ¿puede pretenderse que lo cercano es mejor sin ninguna clase de justificación? ¡Hala! Porque sí... Cuando las piezas de cualquier coche han hecho más kilómetros que los que correrán cuando sean coche, cuando corran por su cuenta; cuando la ropa de la China, después de recorrer diez mil kilómetros, resulta como cuatro veces más barata que la fabricada en casa, y con una calidad comparable, ¿se puede seguir diciendo con tanta temeridad que el Gobierno cercano es mejor?

No es cierto que se conoce más lo que está cerca. Después de Internet, eso es una majadería supina. ¿A cuántos vecinos conocemos? Y los amigos que conocemos, ¿a qué distancia viven de nosotros? Eso, si nos limitamos a las relaciones de amistad, que implican un trato emocional. Pero si nos limitamos a las relaciones, digamos comerciales, las que se rigen por intereses, está claro que nuestros objetos más cotidianos -el papel del periódico que estoy leyendo, la tinta con que está escrito, la goma de la suela de mis zapatos, la ropa que llevo, etc- nos relacionan con gentes de todos los puntos del planeta. Entonces, ¿qué sentido tiene hablar del 'principio de máxima cercanía', o lo que es lo mismo, del 'principio de subsidiariedad'?

Hay que proclamarlo alto y claro: no es cierto que el poder que está cerca sea mejor. A menudo, el Gobierno cercano es mucho peor que el que está lejos. Ejemplos: por suerte, la costa no es competencia de los ayuntamientos, ni de las autonomías, sino del Estado. Si el litoral dependiera del poder local, sería terrorífico. Como lo es el urbanismo: así nos va, con las ciudades en manos de los caciques inmobiliarios. El urbanismo, si quiere estar a favor del pueblo, debe administrarse lejos. Otro: si España es una democracia, no es gracias a nuestro poder cercano, sino por la presión que ejerció Europa y Occidente en general. Lo cercano era el cacique, el franquista, el preboste, el cura, el señor. El franquismo se enterró definitivamente en el año 86 al entrar en Europa.

Pues eso. El estado autonómico no se justifica por ser cercano, sino por ser mejor. ¿Pero es mejor? En ciertos casos sí, en ciertos casos no. No es de recibo la idea de que el autogobierno sea bueno por naturaleza, como se suele pensar en Cataluña. Que el aeropuerto del Prat sería mejor si se determinara 'desde aquí'. O los trenes de cercanías. O los jueces. Una judicatura plegada a la Generalitat me produce grima. Me sentiría como más desprotegido. Hace tiempo que sospecho que, en muchos aspectos, con las autonomías el poder se ha acercado, sí, pero a ellos, a los caciques, y por lo tanto, se ha alejado del pueblo. La Generalitat no es mi gobierno, sino el de ellos, las cuatrocientas familias que siempre mandaron en Cataluña. El poder está cerca, pero está más lejano que nunca del pueblo catalán. Para empezar, porque no habla la lengua mayoritaria de los catalanes, que como todo el mundo sabe, es el castellano.

lunes, 11 de enero de 2010

El artículo seis punto uno: ¿es constitucional? (III)

Jesús Royo En La Voz Libre

El nacionalismo ha invertido infinita energía y toneladas de papel impreso a lo largo de los últimos años para justificar la prioridad del catalán en su cualidad de lengua propia. Prácticamente la revista 'Llengua i Dret' se dedica a esta misión en exclusiva. Y con escasa o nula oposición, se ha ido construyendo un edificio conceptual alrededor de la lengua propia, cuyo fruto es el redactado del actrual Estatuto. Se dice, por ejemplo, que la Administración pública debe ser siempre en catalán, porque ésa es la lengua propia de Cataluña, y a su vez, ser la lengua propia de un país significa sobre todo que es la lengua de la Administración pública. Un ejemplo claro de círculo vicioso, pero que es aceptado y repetido por políticos y académicos de todo pelaje.

Otro sofisma: se admite que, al ser el catalán lengua propia de Cataluña, es también propia de la escuela, de la Administración y las personas jurídicas -y también propia del comercio, el ocio, y por qué no, del tráfico aéreo sobre cielo catalán-. Ese razonamiento ha trascendido y se recoge incluso en las leyes de Normalización. Pero cualquier observador atento del idioma puede advertir que no es lo mismo 'propio de Cataluña' y 'propio de la escuela': son dos sentidos diferentes de la palabra propio. En un caso, 'propio de un lugar' se opone a foráneo: decimos 'propios y extraños'. En el segundo caso, 'propio de una actividad' se opone a inadecuado o impropio: las herramientas propias del albañil, etc. Decimos que 'el habla propia de los jueces es el argot forense', o que 'la lengua coloquial es impropia de los discursos parlamentarios'. ¿Quiere decirse con ello que el castellano es inadecuado para enseñar en Cataluña, con más del 60 por ciento de alumnos castellanohablantes?

Por fin, una argumentación 'a contrario'. Imaginemos una ley española que dijese que "el castellano es la lengua propia de España, y como tal, es la lengua vehicular de la escuela..." Es imaginable el escándalo que armarían todos nuestros nacionalistas: ya estoy viendo los aspavientos y autos sacramentales que se montarían al estilo de '¡esto no es un Estado, esto es un Imperio!', '¡rompemos la baraja!', '¡adéu, Espanya!'. De hecho, el castellano tiene títulos suficientes para ser considerado lengua propia de España, y de hecho ha funcionado como tal en las épocas de centralismo. Y después de todo, es la lengua materna del 80 por ciento de la población. Pero aun así, esa ley sería totalmente contraria al espíritu de la Constitución, que propone "especial respeto y protección" a "las demás lenguas españolas", que "serán también oficiales en sus respectivos territorios". Pues bien, ese error garrafal, aumentado, es el que comete el artículo 6.1 del Estatut. Aumentado, porque Cataluña es mucho más diversa lingüísticamente que España: el catalán no llega a ser lengua materna del 50 por ciento de los catalanes. Aumentado, porque mientras la Constitución habla de "lenguas españolas", para el Estatut el castellano no es "una lengua catalana", sino solamente oficial "por serlo de todo el Estado".

El modelo lingüístico del Estatut es el de la Francia unitarista del Rey Sol y la revolución. Pero ni el francés es el catalán, ni Francia es Cataluña, ni el siglo XVIII es el siglo XXI. Es un modelo que, en nuestro caso, puede generar graves conflictos en el futuro, y que tiene un final demasiado dudoso para un coste tremendo. Pero además, y sobre todo, no es compatible con el Estado de las Autonomías: no es posible una Cataluña jacobina en medio de una España basada en el respeto al pluralismo.

En la argumentación habitual para impedir la elección de la lengua de enseñanza, se habla de "no separar a los niños por razón de lengua". En el Estatut se establece (art. 35.3) "el derecho de los alumnos a no ser separados en centros ni en grupos de clase distintos por razón de su lengua habitual". 'Ser separados' implica que el alumno es objeto, no sujeto de tal separación. Así, se evoca una 'separación forzosa' o contra su voluntad. Pura perversión del lenguaje. En realidad, la elección de lengua es un derecho del que el alumno -o sus padres- son el sujeto, y la diversidad es el resultado del ejercicio de tal derecho. Sólo a la gente enemiga de la pluralidad puede contrariarle el uso del derecho a la enseñanza en lengua materna. Es como si se argumentara que "los ciudadanos no serán separados en religiones diferentes", porque el hecho de acudir cada uno a su iglesia, sinagoga o mezquita es el resultado de una separación. Esa 'cohesión social' -el argumento central que justifica la lengua única en la escuela-, ¿en qué se distingue de aquella "unidad" con que el franquismo arremetía contra los partidos políticos, o los sindicatos de clase?

domingo, 10 de enero de 2010

La verdadera democracia

Os invito a leer un párrafo escrito por Antoni Serra Ramoneda y publicado en El Periódico de Catalunya.



Porque es indiscutible que el independentismo no es delito como no lo es que quienes en él militan pretendan difundir sus ideas para ganar adeptos en número suficiente para que muy a la larga su sueño se transforme en realidad. Siempre y cuando, claro está, este afán de proselitismo se manifieste democráticamente, sin atisbo de violencia, y además acepte que para su triunfo se precisa una previa modificación de neustra Carta Magna que requeriría el visto bueno de una mayoría de los votantes españoles. Exigencia esta que, no hace falta decirlo, es de difícil cumplimiento, por lo que se necesita más moral que el Alcoyano, según la expresión popular, para lanzarse esperanzado a sembrar el credo independentista.

viernes, 8 de enero de 2010

El artículo seis punto uno: ¿es constitucional? (II)

Jesús Royo en La Voz Libre.


Tal como está redactado y habida cuenta la realidad sociolingüística de Cataluña, el artículo 6.1 resulta discriminatorio. Dice que del hecho de ser 'lengua propia' se desprende su prescripción de uso público exclusivo en la Administración, la escuela y los medios de comunicación. Es decir, de la lengua propia de Cataluña se derivan usos y deberes de los catalanes. ¿Cataluña y los catalanes son cosas diferentes? Los catalanes somos de lengua materna catalana y castellana -con mayoría castellana-. Con lo cual se establece una discriminación entre los ciudadanos: unos tienen como lengua materna la lengua propia, y otros no. Unos tendrán escuela, impresos, leyes, avisos, tele y radio en su lengua, y otros no. Lo cual contradice el precepto de la igualdad de derechos de todos los catalanes.

El error de este artículo consiste en dar transcendencia jurídica a un término, lengua propia, que debiera ser sólo descriptrivo. De hecho, en el Estatuto de 1979 simplemente se declaraba que el catalán es la lengua propia de Cataluña, sin sacar de ello ninguna consecuencia. El redactado del Estatuto actual supone un cambio cualitativo, que hay que aquilatar debidamente en todos sus extremos. ¿Qué significa que una lengua es "propia" de un país?

Las lenguas, que yo sepa, no son la expresión del paisaje, del territorio, sino de los habitantes de ese territorio. Ni de la Nación, como entidad abstracta, sino de los ciudadanos. Sólo las personas son sujetos hablantes. El término 'lengua de Cataluña' es una figura retórica que sólo puede significar 'lengua de los catalanes'. Pues bien, hoy día 'lengua de Cataluña' remite a dos lenguas, el castellano y el catalán, por este orden según el número de hablantes. Decir 'la lengua propia es el catalán' sólo puede significar que, de las dos lenguas maternas mayoritarias, una de ellas -la segunda en hablantes- es la que se hablaba antes en exclusiva -antes significa sólo setecientos años, porque desde el siglo VIII al XIII también se hablaba árabe-, o bien es la 'lengua característica', porque sólo se habla aquí -lo cual es falso, porque se habla también en Valencia, Mallorca y el Rosellón. La otra lengua, el castellano, es de implantación reciente, sobre todo por obra de la inmigración masiva desde hace siglo y medio. Una es 'propia', la otra es 'sobrevenida'. Una es antigua, la otra es reciente. ¿Y qué? ¿Eso es una característica que da derechos? Evidentemente, no. Ser lengua propia es un hecho, no un derecho. Es como ser blanco, cristiano o nacionalista, que alguien podría interpretar como 'características propias de Cataluña'. ¿Alguien imagina que se definiera el catolicismo como 'la religión propia de Cataluña'? ¿O que tener un apellido 'propio' de Cataluña -por ejemplo, Soler- comportara alguna prioridad o ventaja sobre los Gómez, apellido venido de Castilla? Aunque muchos piensan que Soler es más catalán que Gómez: y que el catalán es más catalán que el castellano. Pues no señor. Todos somos iguales, y nuestras lenguas igual de dignas.

lunes, 4 de enero de 2010

El artículo seis punto uno: ¿es constitucional? (I)


Jesús Royo en La Voz Libre.

El artículo 6.1 del Estatut dice: "La lengua propia de Catalunya es el catalán. Como tal, el catalán es la lengua de uso normal y preferente de las Administraciones públicas y de los medios de comunicación públicos de Catalunya, y es también la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje en la enseñanza". El núcleo del artículo está en ese "como tal": según la ley, del hecho de ser lengua propia se deriva su uso exclusivo o preferente en la vida pública. ¿Es legítimo? Y en cuanto al derecho positivo, ¿es constitucional? En mi opinión, la respuesta es no y no: ni es legítimo, ni constitucional.

El nacionalismo catalán, pese a su pulcritud culturalista, responde a una realidad más bien sórdida: la pretensión de prioridad de los naturales del país frente a los inmigrantes. La lengua catalana, prácticamente abandonada desde el siglo XVIII por las élites culturales y económicas, vinculada residualmente a un entorno rural, inculto y atrasado, volvió a ser cotizada cuando llegaron los primeros inmigrantes -finales del XIX-, y su cotización aumentó en proporción a la importancia de su presencia. La inmigración, lejos de ser un peligro para el catalán, es la causa de su esplendor moderno: es la razón que explica y el combustible que alimenta todo el resurgir moderno de la lengua catalana. ¿Por qué? Porque pese a su escaso valor comunicativo, el catalán adquirió la función de "marcador social", lo cual resultaba muy útil de cara a ordenar el acceso al poder y, en general, al disfrute de los bienes sociales. Mediante la lengua se discrimina al natural del recién llegado: la lengua aparece como condición para "ser", y por lo tanto también para "estar".

La lengua, ya lo dijo Nebrija, es compañera del imperio: en la Cataluña moderna significa que el catalán es la aureola del estatus, del poder. Como resultado, hablar catalán dejó de ser algo rústico y pasó a ser delicado, sublime, culto y europeo. En catalán se vive mejor, se cobra más y se figura en las agendas de gente interesante. El catalán, en definitiva, se cotiza, no porque sirva para entenderse, sino porque rinde beneficios. Y su cotización aumenta por obra de los propios inmigrantes, porque aprenderlo significa subir un peldaño en la escala social. El propio inmigrante antiguo, que ya sabe catalán, lo reclama como mérito frente a la competencia de los recién llegados. Ya lo señalaba La Trinca en una de sus canciones: "...[els immigrants] criden 'xarnego!' al que acaba d'arribar". Con lo cual se realimenta el proceso hasta el paroxismo.

Si a ello le añadimos que al catalán se le asocian características "positivantes" como lengua perseguida -no dominante-, lengua auténtica -no postiza-, lengua natural -no extranjera-, lengua minoritaria y en peligro -no avasalladora-, etcétera, se comprenderá que el tema de la lengua haya llegado a ser el tabú central de la vida social catalana, el símbolo intocable de casi todo. Si alguien muestra una sombra de tibieza al respecto, se le colgará el sambenito de "enemigo del catalán", y eso significa su muerte cívica; pasa a ser un elemento indeseable, un cuerpo extraño y execrable. Yo sé por qué lo digo.

En este contexto, el artículo 6.1 expresa puntualmente toda la reivindicación del catalanismo desde hace cien años. La vida pública reflejará no la sociedad tal cual es, sino tal como "debe ser": con el catalán arriba y el castellano abajo. La elección del término "preferente" resulta terriblemente reveladora. Igual que el adverbio "normalmente", en su doble sentido de "en circunstancias normales" -el uso del castellano sólo se acepta si es excepcional, transitorio, defectivo- y "por norma" -la norma no escrita de "los catalanes primero, los castellanos a la cola".

Leído en este contexto, el artículo 6.1 del Estatut tiene un trasfondo turbio, yo diría más bien tenebroso, socialmente sospechoso, y de perfil democrático bajo. Por decirlo claramente: reaccionario. Tan reaccionario como el lema lepenista de "les français d'abord", los franceses primero. Yo me pregunto cómo es posible que los partidos de izquierda catalanes no hayan advertido ese trasfondo inquietante, próximo al racismo. Si todo socialista vibra ante la palabra "igualdad", no me puedo explicar que hayan aceptado cambiar la "igualdad de las dos lenguas" del Estatut anterior por la "lengua preferente" del actual. Están tan seducidos por el nacionalismo que ni siquiera se permiten la posibilidad de sospechar que pueda haber tras él un trasfondo tan sórdido. Aquí ha habido una intoxicación masiva.

Cuando se considera la estructura sociolingüística de Cataluña -el castellano es la lengua materna de la mayoría de catalanes- declarar el catalán como lengua preferente y darle de hecho un uso público exclusivo, es, como mínimo, una insensatez. Una provocación y una llamada al conflicto, si Dios no lo remedia.