lunes, 4 de enero de 2010

El artículo seis punto uno: ¿es constitucional? (I)


Jesús Royo en La Voz Libre.

El artículo 6.1 del Estatut dice: "La lengua propia de Catalunya es el catalán. Como tal, el catalán es la lengua de uso normal y preferente de las Administraciones públicas y de los medios de comunicación públicos de Catalunya, y es también la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje en la enseñanza". El núcleo del artículo está en ese "como tal": según la ley, del hecho de ser lengua propia se deriva su uso exclusivo o preferente en la vida pública. ¿Es legítimo? Y en cuanto al derecho positivo, ¿es constitucional? En mi opinión, la respuesta es no y no: ni es legítimo, ni constitucional.

El nacionalismo catalán, pese a su pulcritud culturalista, responde a una realidad más bien sórdida: la pretensión de prioridad de los naturales del país frente a los inmigrantes. La lengua catalana, prácticamente abandonada desde el siglo XVIII por las élites culturales y económicas, vinculada residualmente a un entorno rural, inculto y atrasado, volvió a ser cotizada cuando llegaron los primeros inmigrantes -finales del XIX-, y su cotización aumentó en proporción a la importancia de su presencia. La inmigración, lejos de ser un peligro para el catalán, es la causa de su esplendor moderno: es la razón que explica y el combustible que alimenta todo el resurgir moderno de la lengua catalana. ¿Por qué? Porque pese a su escaso valor comunicativo, el catalán adquirió la función de "marcador social", lo cual resultaba muy útil de cara a ordenar el acceso al poder y, en general, al disfrute de los bienes sociales. Mediante la lengua se discrimina al natural del recién llegado: la lengua aparece como condición para "ser", y por lo tanto también para "estar".

La lengua, ya lo dijo Nebrija, es compañera del imperio: en la Cataluña moderna significa que el catalán es la aureola del estatus, del poder. Como resultado, hablar catalán dejó de ser algo rústico y pasó a ser delicado, sublime, culto y europeo. En catalán se vive mejor, se cobra más y se figura en las agendas de gente interesante. El catalán, en definitiva, se cotiza, no porque sirva para entenderse, sino porque rinde beneficios. Y su cotización aumenta por obra de los propios inmigrantes, porque aprenderlo significa subir un peldaño en la escala social. El propio inmigrante antiguo, que ya sabe catalán, lo reclama como mérito frente a la competencia de los recién llegados. Ya lo señalaba La Trinca en una de sus canciones: "...[els immigrants] criden 'xarnego!' al que acaba d'arribar". Con lo cual se realimenta el proceso hasta el paroxismo.

Si a ello le añadimos que al catalán se le asocian características "positivantes" como lengua perseguida -no dominante-, lengua auténtica -no postiza-, lengua natural -no extranjera-, lengua minoritaria y en peligro -no avasalladora-, etcétera, se comprenderá que el tema de la lengua haya llegado a ser el tabú central de la vida social catalana, el símbolo intocable de casi todo. Si alguien muestra una sombra de tibieza al respecto, se le colgará el sambenito de "enemigo del catalán", y eso significa su muerte cívica; pasa a ser un elemento indeseable, un cuerpo extraño y execrable. Yo sé por qué lo digo.

En este contexto, el artículo 6.1 expresa puntualmente toda la reivindicación del catalanismo desde hace cien años. La vida pública reflejará no la sociedad tal cual es, sino tal como "debe ser": con el catalán arriba y el castellano abajo. La elección del término "preferente" resulta terriblemente reveladora. Igual que el adverbio "normalmente", en su doble sentido de "en circunstancias normales" -el uso del castellano sólo se acepta si es excepcional, transitorio, defectivo- y "por norma" -la norma no escrita de "los catalanes primero, los castellanos a la cola".

Leído en este contexto, el artículo 6.1 del Estatut tiene un trasfondo turbio, yo diría más bien tenebroso, socialmente sospechoso, y de perfil democrático bajo. Por decirlo claramente: reaccionario. Tan reaccionario como el lema lepenista de "les français d'abord", los franceses primero. Yo me pregunto cómo es posible que los partidos de izquierda catalanes no hayan advertido ese trasfondo inquietante, próximo al racismo. Si todo socialista vibra ante la palabra "igualdad", no me puedo explicar que hayan aceptado cambiar la "igualdad de las dos lenguas" del Estatut anterior por la "lengua preferente" del actual. Están tan seducidos por el nacionalismo que ni siquiera se permiten la posibilidad de sospechar que pueda haber tras él un trasfondo tan sórdido. Aquí ha habido una intoxicación masiva.

Cuando se considera la estructura sociolingüística de Cataluña -el castellano es la lengua materna de la mayoría de catalanes- declarar el catalán como lengua preferente y darle de hecho un uso público exclusivo, es, como mínimo, una insensatez. Una provocación y una llamada al conflicto, si Dios no lo remedia.

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