Jesús Royo en La Voz LIbre.
Barcelona es una ciudad de banderas al viento. "Al vent, de cara al vent", que decía Raimon. "Al sol, de cara al sol", respondían los falangistas, otros enamorados del ondear de las banderas, aunque les añadían botas y correajes. Barcelona fue un mar de banderas -y perdonen el tópico- en el 31, cuando Maciá proclamó el Estat Català dentro de la República Española desde el Palau de la Diputación. Lo fue el 36, en la Olimpíada Popular; el 53, en el Congreso Eucarístico, y en las 'manis' de la Transición. Unamuno se reía de nosotros en su poema 'L'aplec de la protesta', porque "seréis siempre unos niños: os ahoga la estética". Pero en las convocatorias abertzales hay más banderas que personas. Y Aznar tampoco se quedó corto con su 'peasobandera' en la plaza ésa de Madrid. Ahora en Cataluña, ya te encuentras la señera en el 'pastís de la Diada', en la 'pizza catalana', en las pegatina de 'felicitats' y en el lacito de los ramos de flores. Tanto banderamen ya carga, la verdad. Pero bueno, mientras sea así, es inofensivo, y "hay gente pa tó", que dijo el torero cuando le presentaron al filósofo.
Pero quiero comentar hoy las dos 'manis', la de Madrid y la de Barcelona, de los sindicatos contra la 'propuestaza' -nunca decretazo, dijo Zapatero- de la jubilación a los 67 años. En Madrid había pocas banderas, las de los convocantes y alguna bandera roja. Pero ninguna bandera española: y si hubiera habido alguna, hubiera sido la tricolor republicana, con su faja morada. En Barcelona, en cambio, en la misma 'mani', banderas a mogollón, algunas rojas, pero la mayor parte banderas catalanas, con las cuatro barras. Ni una bandera española. De Europa, tampoco. En los congresos del PSC, la cuatribarrada está en todas partes, pero la rojigualda recibe un estruendoso silencio. ¿No es hora ya de revisar las preferencias banderiles de la izquierda?
La gente de izquierdas le tiene -le tenemos- una prevención a la bandera bicolor, la rojigualda. La aceptamos porque lo dice la Constitución, como un deber, como la corbata en el trabajo: pero nada más. ¿Por qué? Son heridas que vienen aún de la guerra civil. Se la identifica con el bando nacionalista: era la bandera de los sublevados. Pero eso no es cierto: Franco la usó para encubrir su delito de rebelión y con eso la ofendió más que nadie. El golpe franquista se dio con la bandera republicana, y fue la bandera rebelde durante mes y medio: cuando vieron que el golpe había fracasado y se transformaba en guerra civil, los sublevados adoptaron la bicolor para congraciarse a los monárquicos. En realidad, la bandera española tiene un origen modesto y funcionarial: a medida que se implantaba el Estado unitario -siglo XVIII-, y ante la necesidad de un emblema distintivo del Estado, Carlos III, mediante concurso, adoptó la bandera actual, que recordaba a la de Nápoles, de donde él mismo provenía, la cual a su vez reflejaba las cuatro barras de Aragón. Era sólo bandera de la marina: hasta mediado el siglo XIX no fue adoptada como bandera del Estado por Isabel II. Fue también la bandera de la I República, 'la Gloriosa'. La II República cambió una franja roja por morada, no sé bien por qué, quizá por ser el color del gorro frigio -la barretina- de la Revolución francesa. O sea que la 'rojigualda', ni es facha, ni es monárquica: es sencillamente la bandera del Estado, fruto de una decisión ordenancista sin mayor relieve. Así lo vieron Carrillo y Felipe, que no dudaron en aceptarla como la bandera constitucional.
A partir de ahí, la gente de izquierdas hace mal en alimentar viejos prejuicios. La bandera rojigualda es la bandera constitucional, la de las libertades, la del pueblo soberano. Y tiene la ventaja de no tener tras de sí, ni hechos mitológicos -como las cuatro barras de sangre del escudo del conde Wifredo-, ni representar a ninguna etnia, casta o religión. Es como un logotipo, una marca de empresa, fruto de un acuerdo sosegado y trivial. Las 'ikurriñas' y las 'señeras' tienen parte de su fuerza en que fueron reprimidas por el Franquismo. Pero eso queda ya lejos. En su contra, representan valores étnicos más bien turbios, de poca calidad democrática. En principio, las izquierdas deberíamos ser poco amigos de banderas. Pero si hay que sacarlas, tendríamos que estar más a gusto con la 'rojigualda', que con las banderas autonómicas. No hay que dejarle la bandera a las derechas, a los del toro Osborne y a los antiaborto. Para el PSC propongo un acuerdo salomónico: a partes iguales, tantas catalanas como españolas. Y aún mejor, reparto a tres, con las europeas
sábado, 20 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario