Arcadi Espada en El Mundo.
Un lema de la derecha al principio de la transición: «Las autonomías son caras.» Era insidioso. Se le daba un respuesta doble. Primero irónica: «Sí, lo realmente barato es la dictadura». La otra aventuraba un contraataque concienzudo: «La gestión más próxima de los servicios abaratará su coste». Esto último era la aplicación del principio de subsidiariedad: entre las instituciones que puedan gestionar una competencia debe elegirse la más próxima al ciudadano. Treinta años después tiembla la infalibilidad de ese principio. No parece indiscutible la libertad con que los ayuntamientos turísticos han gestionado su suelo; tampoco que los gobiernos autonómicos deban tener la última palabra en la fijación de los contenidos educativos; que una policía con sede autonómica sea más eficaz que otra con sede en la capital del Estado; ni siquiera que la subsidiariedad pueda aplicarse sin traumas en leyes como la de Dependencia.
Nadie puede dudar, en cambio, del gran éxito político-sentimental de las autonomías españolas. Cualquier región ha hecho de su identidad un asunto prioritario. Esto ha complacido al pueblo: de pronto les pareció más importante y agradable ser gallego o canario que español, y se pusieron. No ha salido gratis. Todo el que ha criado sabe que el Ser cuesta mucho dinero. Puede que haya dado de vivir a diseñadores, publicistas, filósofos y cocineros: lo discutible es si la inversión ha sido rentable al margen de la sentimentalidad satisfecha. Es decir, si el Ser es una empresa rentable, competitiva, más allá del circuito cerrado de la subvención pública. Hemos formado especialistas en el Ser; pero no es fácil saber dónde vamos a venderlos.
La televisión es un buen ejemplo. En Cataluña operan cuatro canales de televisión pública y yo qué sé cuántas radios. ¿Hay algún otro caso similar en el mundo? La solución, además, es dificilísima. No parece probable que la televisión pública española desaparezca. Pero tampoco la autonómica, desde luego. El ser catalán ha sido gracias a ella. Todo el mundo (¡hasta Felipe González!) sabe que España ha vivido por encima de sus posibilidades. Bien: ahora que lo sabemos podemos precisar un poco: ¿Cataluña da para tener cuatro canales públicos? La ministra Salgado acaba de pedir 10.000 millones de ahorro a las 17 autonomías. Bien está. ¿Qué le pasa a esa cifra cuando se pone en contacto con algunas cifras catalanas? ¿Con los 335 millones que la Generalitat gastará en sus medios en 2010? ¿O con los 31 de la publicidad institucional, es decir, gastados en el Ser tripartito? Probablemente para reducir el déficit haya que tocar el gasto social ¿Pero en qué proporción exactamente?
Es evidente: España no puede pagar su problema.
sábado, 27 de marzo de 2010
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