jueves, 10 de diciembre de 2009

El chiste de la dignidad de Cataluña


Jesús Royo en La Voz Libre.

¿Saben aquél que decía Dalí, citando al filósofo Pujols, que llegaría un día en el que los catalanes lo tendríamos todo pagado? Pues sí, iremos a cualquier parte del mundo y al pagar la cuenta, por ejemplo en un restaurante, nos dirán: "¡Ah!, ¿usted es catalán? Pues nada, no se preocupe, ya está pagado". Ser catalán es tan importante, tan digno, que todo el mundo debería sentirse pagado con nuestra presencia. Pues de eso va el chiste de la dignidad, la dignidad mancillada según el editorial colectivo de la prensa catalana.

Montilla -y todo el catalanismo transversal felizmente reinante- va diciendo que el Estatut es constitucional. Pero, ¿por qué? ¿Eso no tiene que decirlo el Tribunal Constitucional, que para eso lo tenemos y para eso lo pagamos? La respuesta del catalanismo es "porque lo ha hecho el parlamento y lo ha ratificado el pueblo catalán". Dan ganas de decir: "Ah, siendo así... no hace falta pasar por el TC. Seguro que si es catalán, es bueno. Y en todo caso, si el TC dijera que es malo, entonces el malo sería el TC". Como en el chiste.

¿Que los señores del TC son malos, hacen mal su trabajo, están manipulados y roncan por la noche? Bueno, ¿y quién no? ¿Qué no se podría decir de los políticos, los del legistativo y del ejecutivo? Si empezamos a deslegitimarnos unos a otros por ser de aquí o de allá, por tener genes godos o carolingios, por tener o no línea directa con el sentido de la historia, no acabaremos nunca. La autoridad de los jueces del TC no les viene por ser buenos chicos, sino por estar en el cargo que ocupan, y vale.

Por muy catalanes que seamos, nuestras leyes también deben pasar el trámite de la coherencia con la Constitución. Igual que hacen todos. Y pretender saltarse el control, por dignidad, suena a escaqueo. Y a escaqueo sospechoso. Como en aquellas películas de López Vázquez: "¡Oiga, que ésta es una casa muy seria!", y seguro que era un lupanar, y barato.

Pues eso, el espectáculo que está dando el Gobierno y la 'sociedad civil' catalana sí que es poco digno: es ridículo, cansino y cutre. No presumamos de virtudes, que luego salimos feos en la foto. En cuanto a mí, no quiero la dignidad de catalán: me basta con la dignidad de ser ciudadano libre. Lo de ser catalán ya es cosa mía y particular.

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