sábado, 26 de diciembre de 2009

Cero en identidad


Jesús Royo en La Voz Libre


"Ser español es una de las pocas cosas serias que aún se puede ser en el mundo". Lo debió decir un tal José Antonio. Pues vaya chorrada. Ser español es estar apuntado en una lista de seres humanos, y nada más. Y en esa lista hay de todo: blancos, negros, rubios, morenos, cristianos, musulmanes, castellanohablantes, catalanohablantes, arabohablantes, listos y tontos. Lo de la identidad española, lo de las identidades en general, es una cantada como no hay dos.

Pero si eso está bastante claro para las naciones-estado, en el caso de 'naciones sin estado' al estilo de Cataluña o el País Vasco, el tema de la identidad es constitutivo. Entre paréntesis: se me ha escapado la expresión 'naciones sin estado', una terminología muy cara a Pujol, pero totalmente falsa. Cataluña será o no será una nación, pero en todo caso es una nación con estado: el Estado español. Eso es tan tonto como decir que Barcelona es 'una ciudad sin estado'. Eso de las 'naciones sin estado' pertenece a la ambigüedad difusa, equívoca y tramposa, tan del gusto del nacionalismo. Cierro el paréntesis.

Pues decía que en el caso de las naciones-no-estado, la identidad es esencial. No se trata de ser catalán o no serlo, sino de quién es más catalán y quién menos para poder discriminar. El nacionalismo es un criterio de discriminación. Artur Mas un día soltó el globo sonda del 'carnet por puntos' para adquirir la ciudadanía catalana. Y el tripartito, nuestro tripartito de izquierdas, está diciendo que, cuando obtengan la competencia en inmigración, exigirán el catalán como requisito para la residencia. Eso es la puerta del fascismo, y nadie que se diga de izquierdas puede tragar semejante porquería. Nadie está autorizado a medir la aceptabilidad de un ser humano.

Pero es que toda nuestra convivencia se basa en ese equívoco: que hay catalanes y no catalanes, semicatalanes, otros-catalanes, a-catalanes, catalanes bajo sospecha, o directamente anticatalanes. Pujol es más catalán que Montilla. Pero Montilla suple su fallo original a base de voluntad: no es catalán, pero quiere serlo, y eso ya es un mérito. En cambio, Vidal Quadras es catalán, pero no ejerce, y eso es aún peor. Aquí todo se basa en el "pus parla en catalá Déu li don glòria". Si tienes buenos apellidos, si eres catalanohablante, devoto de la Moreneta y del Barça y hablas con desdén de España, entonces eres un catalán modelo y se te abren todas las puertas. La Patria, llegado el caso, te lo recompensará: siempre habrá un puesto de trabajo para tu hijo o se te avisará a tiempo de las oportunidades de negocio, en fin...

Esa es la estafa del nacionalismo: la confusión entre ciudadanía e identidad. Frente a eso, hay que decirlo alto y claro: tan buen catalán es el catalanohablante como el castellanohablante, el Solé como el Sánchez, el forofo del Barça como el del Madrid, Jordi Pujol como mi amigo Mohamed. Si algún día se implanta la 'nota en identidad', me pido un cero. Soy mal catalán, soy mal español. O directamente me doy de baja: esa sociedad no sería digna de mí.

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