sábado, 22 de agosto de 2009

Charnegos de Terra Lliure

Jesús Royo en La Voz Libre






Es curioso que en las organizaciones más radicales del nacionalismo, cuando esperaríamos encontrar representantes genuinos de la 'nación oprimida', a menudo encontremos como militantes a los teóricos desertores del otro bando. Son, por ejemplo, los charnegos que se apuntan a Terra Lliure, o a los Maulets, o a otras movidas independentistas. Son también los maketos de Jarrai. Son chavales que se ven a sí mismos con un déficit de catalanidad –o de vasquidad– y lo compensan de una manera dramática, yendo al límite.

El activismo, o mejor aún, la violencia tiene la extraña virtud de redimir un fallo esencial, de llenar un vacío ontológico. Desde siempre la violencia ha sido como un sacramento que infunde carácter, que hace una renovación óntica del individuo. Por la violencia, el 'militar de fortuna' se vuelve aristócrata, el soldado indígena llega a ser héroe y es premiado con la plena ciudadanía por la metrópoli. Igual que los bárbaros en la época de los romanos, que adquirían la ciudadanía romana alistándose como soldados en las legiones.

El charnego reconvertido en almogávar, cuando comete una acción violenta -por ejemplo, quemar una bandera española-, quizá está haciendo una autopurificación: está quemando la parte de sí mismo que siente como una mancha, su origen impresentable. Los destrozos de los chicos de Jarrai tienen el aire trágico de una autopunición.

¿Cómo podríamos hacer entender a esos chavales que ser castellano en Cataluña no es ningún defecto, y que ser catalán no es ninguna gloria? Ni ser español, ni vasco, ni andaluz, ni moro. A nadie le sobra nada, ni tampoco le falta nada.

1 comentario:

mephi dijo...

En el fondo, creo que la pregunta es: Que podemos hacer para que aprendan a ser libres. Siendo conscientes de que el ejercicio de la libertad, exige un esfuerzo. Que podemos hacer para que aprendan a respetar a los demás y a su vez a ellos mismos, que podemos hacer para que su maquina del tiempo los retraiga del sueño medieval y los sitúe en el siglo XXI. Tarea difícil, la de extender el sentido de ser “ciudadano”, difícil y necesaria. La casta política que maneja el país, no abandona el espíritu “trincón” y de “alternancia” en el que se instalaron en el siglo XIX y mientras otros aspirantes locales a “manejadores” de la cosa publica, optan por llevar adelante quieren su quimera medieval consistente, en levantar de nuevo fronteras y repartir entre la anestesiada y manipulable población estandartes, banderolas y timbales.
Quienes pueden ser los mas aguerridos “almogavars” para ponerse al frente de estas partidas, y que sueñan con la foto en la que someten a cualquier población vecina, “a la que sea”, lo importante para ellos es tener “reino propio”?
Pues pienso, que los candidatos idóneos para cubrir estos puestos de personajes patéticos, que esperan prebendas de su “señor”, son en definitiva estas personas que por una circunstancia u otra no han conocido, ni podido ejercer en su aspecto global, el hecho de la “libertad”, palabra fácil de usar y difícil de ejercer. Y del mismo modo, que el masoquista gusta convertirse en sádico, el maltratado tiene puntos para ser maltratador y el violado suele acabar de violador, a este tipo de personas, y entre ellos los que tu te refieres con el nombre de “charnegos” les puede la “vená” de su inseguridad y nada mejor para calmar su angustia que procurarse un escudo, en que igual te colocan un “aguilucho franquista”, un “huevo estrellado”, una “serpiente con hacha” o como cualquier ardiente converso, una visible “cruz blanca” . Eso sí, independientemente del “logo” del escudo, como signo común de identificación, el embudo en la cabeza y la espada de madera en alto, que no falten.