La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.
La inefable Pilar Rahola, tan locuaz ella, es una mina inagotable, da para muchos artículos. Con locuaz quiero decir que habla más que piensa, que se nutre de tópicos desecados y liofilizados hace muchos años, y que sus argumentos parece como si los trajera preparados ya desde casa, y los suelta al buen tuntún, tal como salen, “tal com raja”. Su artículo “La lengua herida”, en La Vanguardia del pasado 8 de julio, es un resumen, otro más, del infinito y cansino bucle melancólico del nacionalismo, siempre lo mismo: Cataluña y España, David y Goliat, el dragón y Sant Jordi, el Estado depredador y la resistencia tenaz de un pueblo sabio, orgulloso y tozudo que “no vol morir”. Y la lengua, la pobre lengua, es la flor delicada y sublime a punto de ser pisoteada por las pezuñas de los bárbaros, las altivas mesnadas castellanas. Es la lengua herida, menospreciada y masacrada por la sinrazón. No exagero. Véanlo, textualmente: ”los catalanes vivimos en un Estado que ni quiere ni garantiza la normalidad en el uso de los idiomas que lo configuran, eternamente preocupado por la idea de que el imperio territorial se basa en el imperio de la lengua”… “España desprecia las lenguas diferentes al castellano”, “pone en jaque su supervivencia”, “potencia su degradación”… “(Sólo da un) papel residual a las otras lenguas del Estado, sin aceptar ni entender que se trata de un patrimonio cultural extremadamente valioso”… “España siempre se ha concebido como un estado-lengua y de la mano del idioma ha impuesto una manera de entender el mundo”…“Este idioma-Estado se ha impuesto por la violencia en las épocas tiránicas…pero las lenguas han sobrevivido de manera tozuda y resistente a la dictadura”…“Lingüísticamente hablando, España es un país depredador…un Estado que desprecia los otros idiomas que no sean el del imperio. Los desprecia tanto que no le importa que desaparezcan.”
Esto ya no es que la lengua esté herida, sino que la lengua es la herida. Herida no como adjetivo, sino como substantivo. Es la herida que nos permite dar lástima, como la amputación que exhibe impúdicamente el pordiosero, con la que se gana el sustento diario. Es una herida-negocio, que nos da derecho a la subvención permanente, a la prioridad institucional, a la excepción merecida. Como diría el castizo Pujols: nos da derecho a ir por el mundo sin tener que pagar en los restaurantes ni en los hoteles. ¿Usted habla una lengua minoritaria o en peligro? Pues nada, no se apure, el mundo está en deuda con usted, y en consecuencia la plaza es suya, la subvención es suya, puede usted saltarse las normas de equidad impunemente.
Sinceramente creo que otro discurso es posible. Un discurso racional, igualitario, sin mitos, sin trampas. España quizá es un estado depredador, pero los catalanes lo hemos sido con él, y en primera línea: acordémonos del tradicional comercio de esclavos de los mercantes del Maresme, del exterminio de los indios de Rapanui, a cargo de un marino del Masnou, del acopio de capital amasado con sangre negra en los ingenios de Cuba y Puerto Rico. Acordémonos de que, vía comercio, y vía concesiones estatales, los industriales catalanes se han hecho con las plusvalías generadas en la “atrasada España”. Es cierto que la lengua catalana fue perseguida, pero a menudo por los propios catalanes. Y en todo caso, eso no autoriza a pedir una pensión vitalicia. Ni a reclamar una patente de corso con la que negar los derechos lingüísticos a los castellanohablantes.
No concibo que el discurso de Pilar Rahola, el más común entre nacionalistas, sea tenido como un honor de la lengua catalana. No me entra en la cabeza. Al revés, creo que es un discurso ofensivo para el catalán. La excepción, la prioridad, el uso preferente, no es la gloria del catalán. Ni de ninguna lengua. Lo honorable es la igualdad, y la libertad. La cooficialidad que define la Constitución es más respetuosa con el catalán que la excepción y la prioridad que reclama el nacionalismo.
domingo, 11 de diciembre de 2011
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